Hace unos días el Papa Francisco acordó la participación de mujeres en celebración de la eucaristía, decisión que rompe con siglos de prohibición en una institución ciertamente muy conservadora; pero las circunstancias obligan a ajustarse a la realidad de los actuales tiempos. Ha variado sus reglas la Iglesia católica, sin duda; las nuevas generaciones no vivieron la realidad de los inicios de la segunda mitad del siglo XX, acerca de la prohibición a las mujeres de entrar a los templos sin velo o un trapo en la cabeza, ni en chanclas, ni de short o pantalón. Aunque esas generaciones tampoco vivieron lo que Ignacio Manuel Altamirano, un novelista mexicano de gran fama en la segunda mitad del siglo XIX, relata en sus narrativas costumbristas: en Semana Santa: los soldados no llevaban armas, los carruajes no circulaban, los tribunales se “cerraban en odio a la justicia de Poncio Pilatos; el canto se prohibía como cosa pecaminosa, las cantinas y pulquerías se cerraban… (no así) los cafés y la botillerías, porque aunque tabernas eran para gente decente… no podía decirse ninguna mala palabra, no podía silbarse, no se comía carne, no se corría. Con excepción de esto, podía hacerse todo lo demás, que no es poco decir”. Ni más ni menos.
Cómo han pasado los años
Por: Alfredo Bielma Villanueva