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La enfermedad nos hace experimentar nuestra propia vulnerabilidad

Por Pbro. José Manuel Suazo Reyes

El pasado 20 de diciembre de 2020, se publicó el mensaje del Papa Francisco
para la Jornada Mundial del Enfermo que tendrá lugar el próximo 11 de febrero
de 2021. Dada la circunstancia que estamos viviendo de una crisis sanitaria sin
precedentes que nos está golpeando terriblemente, queremos tener presente a
todos los enfermos así como a todos aquellos que los que cuidan, sea en los
hospitales como en cada uno de los hogares.
La experiencia de la enfermedad, dice el Papa, nos hace sentir nuestra propia
vulnerabilidad y, al mismo tiempo, la necesidad innata del otro. Nuestra condición
de criaturas se vuelve aún más nítida y experimentamos de modo evidente
nuestra dependencia de Dios. En efecto, agrega “cuando estamos enfermos, la
incertidumbre, el temor y a veces la consternación, se apoderan de la mente y
del corazón; nos encontramos en una situación de impotencia, porque nuestra
salud no depende de nuestras capacidades o de que nos “angustiemos”
(cf. Mt 6,27).
La crisis sanitaria actual, señala el Papa Francisco, “ha sacado a la luz
numerosas insuficiencias de los sistemas sanitarios y carencias en la atención
de las personas enfermas. Los ancianos, los más débiles y vulnerables no
siempre tienen garantizado el acceso a los tratamientos, y no siempre es de
manera equitativa. Observamos con gran preocupación que son los más pobres
los que están siendo los más afectados. Se debe pasar del discurso a la acción.
Es una necesidad urgente que las autoridades inviertan recursos en el cuidado
y la atención a las personas enfermas, esta prioridad está vinculada a un
principio básico: “la salud es un bien común primario”, señala el Papa Francisco.
Esta crisis sanitaria ha puesto también de relieve la entrega y la generosidad de
agentes sanitarios, voluntarios, trabajadores y trabajadoras, sacerdotes,
religiosos y religiosas que, con profesionalidad, abnegación, sentido de
responsabilidad y amor al prójimo han ayudado, cuidado, consolado y servido a
tantos enfermos y a sus familiares. Muchos de ellos incluso exponiendo su propia
existencia.
Estar cerca de los enfermos es un bálsamo muy valioso, que brinda apoyo y
consuelo a quien sufre en la enfermedad. Esto es una expresión de amor que se
funda y se alimenta en lo que Dios hace continuamente con la humanidad herida
por el pecado. Se trata de una expresión genuina de servicio a los demás “El
servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad
y hasta en algunos casos la “padece” y busca la promoción del hermano” apunta
el Papa Francisco. Por eso “nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a
ideas, sino que se sirve a personas”.
En el caso de las terapias a los enfermos, agrega el Papa, es decisivo el aspecto
relacional, mediante el que se puede adoptar un enfoque holístico hacia la
persona enferma. Dar valor a este aspecto también ayuda a los médicos, los
enfermeros, los profesionales y los voluntarios a hacerse cargo de aquellos que
sufren para acompañarles en un camino de curación, gracias a una relación
interpersonal de confianza (cf. Nueva Carta de los agentes sanitarios, 2016, 4.)
Se trata, enfatiza el Papa Francisco, “de establecer un pacto entre los
necesitados de cuidados y quienes los cuidan; un pacto basado en la confianza
y el respeto mutuos, en la sinceridad, en la disponibilidad, para superar toda
barrera defensiva, poner en el centro la dignidad del enfermo, tutelar la
profesionalidad de los agentes sanitarios y mantener una buena relación con las
familias de los pacientes”.
“Esta relación con la persona enferma encuentra una fuente inagotable de
motivación y de fuerza en la caridad de Cristo, como demuestra el testimonio
milenario de hombres y mujeres que se han santificado sirviendo a los enfermos.
En efecto, del misterio de la muerte y resurrección de Cristo brota el amor que
puede dar un sentido pleno tanto a la condición del paciente como a la de quien
cuida de él.
El Evangelio lo testimonia muchas veces, mostrando que las curaciones que
hacía Jesús nunca son gestos mágicos, sino que siempre son fruto de
un encuentro, de una relación interpersonal, en la que al don de Dios que ofrece
Jesús le corresponde la fe de quien lo acoge, como resume la palabra que Jesús
repite a menudo: “Tu fe te ha salvado”.
Esta crisis sanitaria nos debe volver más humanos con aquellos que son más
vulnerables. Pues “una sociedad es tanto más humana cuanto más sabe cuidar
a sus miembros frágiles y que más sufren, y sabe hacerlo con eficiencia animada
por el amor fraterno”.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Director
Oficina Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa