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El valor del tiempo

Por: Luis Humberto Muñoz Vazquez

Panoramas de Reflexión

El valor del tiempo.

Cuántas veces reflexionamos acerca de lo que el tiempo es para cada uno de nosotros. Tomando verdadera conciencia de él, reconoceremos que es uno de nuestros más valiosos activos, y que mucho depende de la etapa de nuestra vida para asignarle un cierto valor. Cuando somos niños, el tiempo es tan largo para poder disponer de él según nuestros caprichos, sin depender de la voluntad de papá o mamá. En esa etapa soñamos con ser grandes. Con emplear el tiempo en juegos, deportes y tantos otros intereses que un niño puede tener, y que a veces no disfrutamos por trabajo escolar y quehaceres impuestos que debamos realizar.

En cuanto llegamos a la adolescencia ansiamos disfrutar de nuestra vitalidad física y mental sin los prejuicios que nos enseñan los adultos y el tiempo se nos hace corto para estar con los amigos, gozar de los romances, la escuela y los antros, y queremos devorar al mundo de un bocado siendo en ocasiones hasta egoístas y mordaces. Al iniciar la etapa adulta cobramos conciencia del valor real del tiempo y deseamos trabajar en algo productivo que retribuya a nuestras capacidades y esfuerzos, tratamos de desempeñarnos al máximo y deseamos frenéticamente días de 48 horas, lamentando amargamente las horas, días y años que perdimos miserablemente en cosas y acciones de las que no se obtuvo beneficio alguno. Pretendemos alcanzar nuestras más ambiciosas metas, sacrificándonos y sacrificando a nuestros seres más queridos. Y entonces el tiempo se nos hace poco y notamos que no disponemos en ocasiones ni siquiera de unos cuantos minutos para nosotros mismos que podamos dedicar a la introspección, a la relajación o al esparcimiento, entregados por completo al trabajo que debamos realizar por la remuneración que de él obtenemos para satisfacer nuestras múltiples necesidades. En la madurez, cuando la experiencia nos ha enriquecido, empezamos a medir nuestro tiempo en hechos, pensamientos reflexivos y sentimientos y empezamos con pena a notar que nuestro cuerpo va disminuyendo su vigor y cuando nuestra mente está más abierta en ocasiones perdemos oportunidades y deseamos tener más tiempo. Si nuestro desempeño ha sido fructífero, habremos de sentirnos satisfechos y de no haber logrado nuestros objetivos de vida, empezaremos a manifestar frustración, por no haber aprovechado el tiempo.

En la vejez nuestras metas suelen cambiar y cuando estamos ociosos sentimos que nos sobra tiempo, sobre todo cuando ya no acudimos al trabajo y nuestra familia por la que tanto nos esforzamos no se ocupa de correspondernos en atención y amor. Por eso como dice una canción popular “sabia virtud de conocer el tiempo, a tiempo amar y desatarse a tiempo, como dice el refrán ‘dale tiempo al tiempo’…”. No malgaste su tiempo, aprovéchelo intensamente, dando el espacio y el tiempo necesario a las cosas que realmente valen la pena, a la familia, los amigos, el trabajo, las obligaciones, y se arrepienta en lo mínimo después porque aunque queramos, no para todo tenemos tiempo. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

 

Luis Humberto.

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