PIENSO, LUEGO ESCRIBO
Por Akiles Boy*
Después de salir de la fábrica donde trabajaba, Topiltzin, se dirigió con otros compañeros a la cervecería Chapultepec, la frecuentaban los fines de semana. Buen ambiente, suculenta botana y música en vivo. El contexto, Centla, un pueblo del Sur de México, chico, tranquilo y cosmopolita. En la cantina, ese lugar de encuentro social, se congregaban con cotidianidad, razas, lenguas, culturas y religiones, es decir, el mestizaje en su máxima expresión.
Y sobre el mestizaje, ya consumado, ya irremediable, y absurda y farragosamente controversial, todavía es tema de debate para historiadores y especialistas en México, en España y en algunas otras naciones del mundo, la figura y trascendencia de Malinche, Malinalli, Malintzin o Doña Marina, nombre con el que sería bautizada por los españoles. Primero vendida como esclava por su padre, después entregada como tributo a los peninsulares.
Un personaje indispensable en la gestación de la identidad nacional. Mujer valiente, inteligente, visionaria, traidora, villana, madre del mestizaje. Esas son algunas etiquetas que le han sido impuestas, en un recorrido histórico aún sin terminar. Por muchos estigmatizada, y por no pocos, justificada y romantizada, la audaz Malinche luchó por sobrevivir, en una dura etapa de transformación dela nación mexicana.
Su decisiva presencia en el proceso de la invasión o conquista del territorio dominado por los aztecas, cambió el rumbo de los acontecimientos y fue pieza clave para la contención de la furia española o la indulgencia de Hernán Cortés, al momento de los combates contra los pueblos originarios, dispuestos a defender sus tierras y centros de poder político y económico.
La historia de amor e influencia en el conquistador extremeño, no deja de ser importante, pero los historiadores han preferido hurgar más en sus habilidades diplomáticas o capacidad negociadora, siendo la traductora o interprete eficaz, determinante en la travesía de los españoles hacia la gran Tenochtitlan. Así como su valiosa intermediación entre Moctezuma y Cortés.
Sin embargo, en la historia popular, tiene mayor fuerza el estereotipo de Malinche, haciendo referencia al traidor, a aquel que prefiere al que viene de fuera antes del local. El que se une a hace alianza con el extranjero o el enemigo que irrumpe en la comunidad. De ahí viene el vocablo malinchismo, aplicado a los mexicanos y en general a los latinoamericanos.
Y siguiendo con el tema de Malinche, después de una larga temporada en el viejo continente, hace unos días se estrenó en la Ciudad de México, el musical Malinche, una producción de Nacho Cano, quien fuera integrante del legendario grupo español de Tecno Pop, Mecano. Las referencias y el marketing disponible en los medios de comunicación y en las redes sociales, hablan de una espectacular puesta en escena, a la altura de las mejores de Europa o Broadway en Nueva York.
Para disfrutar de este musical, sería saludable despojarnos antes de prejuicios o de las emociones surgidas al calor de la euforia nacionalista. Recordar que es una obra musical, que si bien tiene contenido histórico, lo trascendente es el arte desplegado, y que presenta una versión innovadora de un pasaje que dio paso a la fusión, la unión o la complementación étnica, lingüística, religiosa y cultural de México y España. Esa es la realidad que continua imponiéndose, lo demás son mitos, son leyendas, son prejuicios, son discusiones sin resonancia, son complejos o resentimiento que siguen como una carga inútil. No se pierda la oportunidad de ver esta nueva versión. Hasta la próxima.
Marzo 31de 2025
*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.
*Miembro de la Red de Escritores por el Arte y la Literatura, A.C.