En el desarrollo de la humanidad su componente elemental, el hombre, ha comprobado con creces su enorme capacidad para hacer el mal y su inevitable tendencia hacia el conflicto, lo abona la nada ociosa máxima de Hobbes: Homo hominis Lupus, “el hombre es el lobo del hombre” (El Leviatán). La historia de la humanidad registra grandes claroscuros, con fulgurantes destellos de luz cuyo brillante resplandor perdura a través de los siglos: Sócrates, Platón, Aristóteles, Miguel Ángel, Rafael, Tolomeo, Agustín, Copérnico, Cervantes, Víctor Hugo, Goethe, Shakespeare, dejaron indeleble huella de su tránsito por esta dimensión. En duro contraste, pese a su profunda huella de indudable impulso están los sembradores de muerte, cual cirujanos en doloroso parto: Atila, Ciro, Alejandro, César, Napoleón, Hitler etc. quienes con su desmesurado afán de conquista sembraron la muerte en tiempos y circunstancias determinadas. Su legado quedó inscrito en sociedades marcadas por la muerte colectiva pero el mundo ha seguido su indetenible marcha. Simplemente porque la vida continua, y mientras en la condición humana perdure la ambición de dominio, la fruición de poder, le exultante egolatría, las fobias y las filias, el hombre seguirá siendo el lobo del hombre.
La capacidad para el asombro en el hombre ha sido proverbial. Desde hace lustros en México se han encontrado fosas clandestinas, en cuyo contenido se explica el aumento del número de desaparecidos. Por todo el territorio nacional se han localizado esas pozas del horror, en Veracruz, las de Santa Fe y Arbolillo fueron desgarradora noticia, las de Coatzacoalcos y Acultzingo también cimbraron a la sociedad, en Los Tuxtlas, en Poza Rica, la Barranca de La Aurora, en Emiliano Zapata, ¿en dónde no? Zacatecas es fértil en esa clase de sepulturas, abundan también en Tamaulipas, en Sinaloa cubren una y se abren dos más, también en Sonora el aire huele a muerte. La desgracia es nacional, solo que el costumbrismo se apoderó del mexicano promedio, que acaso ya perdió la capacidad de asombro. Pero como el mundo sigue su incesante marcha el caso Trump domina el escenario mundial del momento, y en México el gobierno coopera “sin subordinación” para cumplir los requerimientos del “gringo”. Entre esas exigencias destaca sobremanera aplicarse al combate contra la delincuencia, la presidenta Sheinbaum lo está ejecutando en circunstancias políticas no muy favorables para su entorno. Ella tiene la enorme responsabilidad de sacar al país del terror actual, junto a ella México camina sobre el filo de la navaja, de su éxito depende el futuro inmediato de esta gran nación, si en la lucha contra la delincuencia a la presidenta le va bien, seguro le irá mejor a México.