Aunque Miguel Alemán Velasco fue electo en 1998 como gobernador de Veracruz transcurrió la mayor parte de su mandato durante el amanecer del siglo XXI, a él le correspondió la oportunidad de designar la candidatura de su partido al gobierno, pues al perder su partido la presidencia en 2000 la ausencia de la consigna presidencial permitió a los gobernadores priistas aprovechar para convertirse en la voluntad sucesoria. Alemán escogió a Fidel Herrera y éste a Duarte de Ochoa, por el PRI. El PAN ganó la elección en 2016 con Miguel Ángel Yunes Linares, a quien sucedió Cuitláhuac García, todo un Club de Tobi. Ahora, Rocío Nahle ya es gobernadora constitucional de Veracruz, asumió el cargo ante la representación popular sustanciada en el Congreso estatal contando con la presencia de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum. Un evento de buenos augurios donde la flamante gobernadora expresó las líneas generales de lo que será su gobierno: honestidad y cero impunidades como eje rector. Lo primero podemos comprobarlo por la forma en cómo se conduzca su equipo de colaboradores en el ejercicio de sus funciones, lo segundo, en una correcta administración e impartición de la justicia colocando a la ley por encima de cualquier interés particular. Ya podremos comprobar si voz populi está en lo cierto acerca de servidores públicos súbitamente enriquecidos o se trata de una versión manipulada por adversarios políticos, obviamente para llegar a ese veredicto se requiere de lo que coloquialmente se conoce como “barrer para atrás”, que todo gobierno entrante tiene que implementar para no incurrir en el indeseable “borrón y cuenta nueva”; aunque tampoco utilizar el poder para corresponder agravios. Sin embargo, un gobierno cuya premisa fundamental profesa el “no robar y el no mentir” la exigencia respecto a las cuentas claras debe ser de rigor. Para dar color, la gobernadora inicia con el cumplimiento de cancelar el cobro de cuota en el puente Coatzacoalcos I en cumplimiento a una de sus promesas de campaña; quizás habrá otros anuncios que denoten voluntad de cambio, de efectivos cambios.
Porque si de cambios hablamos debemos referirnos al discurso donde la presidenta Claudia Sheinbaum opina acerca del gobierno encabezado por Cuitláhuac García: “Quiero decirles que Cuitláhuac es una persona honesta, trabajadora y de convicciones, que transformó el estado de Veracruz, y nos sentimos muy orgullosos y orgullosas de Cuitláhuac…”. Lamentablemente, como veracruzanos no es difícil discrepar en esto con la presidenta porque contrasta con lo que el veracruzano promedio percibe, pues cuando se escucha decir que “transformó el estado”, indistintamente de quien lo diga, un gran sector de la población veracruzana seguramente mostrará total discordancia, o por lo menos despertaría el elemental cuestionamiento sobre si lo cambió para bien o para mal, atenidos por supuesto a la realidad veracruzana respecto de la cual en la evaluación correspondiente su gobierno resulta en números rojos. No obstante, en última instancia aquí cabe aquí la acertada expresión atribuida al gran Voltaire: «No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo».