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Paty Lobeira, ¿víctima colateral del pleito Nahle-Yunes senadores?

Por: Arturo Reyes Isidoro

Prosa aprisa

En vísperas de la transmisión de poderes, qué duda cabe que están muy agitadas y revueltas las aguas políticas.

En el cuerpo de la nota, el diario Notiver no dijo nada de lo que en cambio destacó a ocho columnas en su encabezado, en su edición de ayer.

En los últimos actos que encabezó el domingo Andrés Manuel López Obrador como presidente en el puerto de Veracruz, no estuvo la alcaldesa Patricia Lobeira de Yunes Márquez.

Se supone que era obligada su presencia porque ella era la anfitriona; había que correrle, necesariamente, la cortesía de invitarla.

Ayer también, el columnista Salvador García Soto publicó en El Universal que la gobernadora electa, Rocío Nahle, no perdona a los Yunes Linares-Márquez, de los que Paty forma parte.

El periodista capitalino dijo que Rocío los acusa de orquestar ataques en su contra durante su campaña y que planea investigaciones y demandas legales contra ellos, su familia y su grupo.

Dijo que Nahle, en ningún caso piensa aceptar a los Yunes en Morena y que ha dicho que si les abren la puerta de entrada en Morena, “yo tomaré la puerta de salida y me iré del partido para declararme ‘gobernadora independiente’”.

“Si Adán hizo sus enjuagues y acuerdos con Yunes Linares, que se los cumpla él, en Veracruz no se les va a perdonar y se les hará pagar por la campaña de mentiras y difamación contra la gobernadora”, habría dicho Rocío, de acuerdo al columnista.

¿Paty Lobeira, pues, fue víctima colateral del diferendo entre la gobernadora, de Morena, y los senadores, expulsados del PAN? Podría pensarse que, en una de esas, Rocío la vetó.

Pero fuentes cercanas al columnista comentaron que, en el pasado reciente, ante un acto de fiscalización contra la alcaldesa del puerto, consultada la gobernadora sobre el tema, pidió tener consideración por ella porque la consideró también víctima de ellos.

¿Quién no la invitó entonces?

En el PAN, dan por hecho la expulsión

Lo cierto es que, por lo que publicó ayer García Soto, los Yunes siguen estando en los reflectores mediáticos y mientras que en el PAN iniciaron su proceso de expulsión, ellos se resisten a irse, en Morena los rechazan y ya no se sabe en dónde pararán.

Al respecto, de acuerdo al reglamento interior del PAN, los legisladores tienen libertad de ejercer su voto, pero por votar en contra de lo que indica el partido, como lo hizo Yunes Márquez, se considera una sanción. Para el caso de Veracruz, el antecedente es la diputada local Nora Lagunes, a la que su partido expulsó en 2022, si bien ella se continúa considerando azul y en su dirigencia no la acaban de echar.

En el caso de Miguel Ángel hijo, según fuentes del partido blanquiazul, el proceso de expulsión inició una vez que votó a favor de la reforma al Poder Judicial y las normas dicen que deben tener la oportunidad de defenderse en el ámbito interno a través de su derecho de audiencia.

Pero consideran que con lo de la foto con Claudia Sheinbaum, que él mismo presumió, más lo que van acumulando (como estar en un escaño en el área de Morena), cada vez tienen menos elementos para defenderse.

Al menos en la dirigencia estatal, están seguros que la expulsión procederá. Tienen información de que Marko Cortés, el dirigente nacional, está convencido de que deben salir, por lo que ya trabajan en ello; tienen menos de 28 días para ello.

Aseguran que toda la comisión permanente nacional votó ya a favor de la expulsión, panistas como Maru Campos, el mismo Marko, Santiago Creel, la gobernadora de Aguascalientes, Teresa Jiménez, y varios otros, y que no hay ni habrá quien los defienda.

Entonces, ¿no tragaron sapos sin hacer gestos?

Cuando Sheinbaum recibió en su bunker a Yunes Márquez, di por hecho que el del Estero tenía un pie dentro de Morena, no obstante que Nahle había insistido en que en Morena Veracruz se reservaban el derecho de admisión, o sea, que nomás no.

Si la versión que manejó el columnista García Soto resulta cierta –y no tengo por qué dudarlo–, entonces estamos ante una futura gobernadora de Veracruz fuerte, en lo político, que hace ver como un enclenque político a Cuitláhuac García, y, entonces, no tuvo que tragar sapos sin hacer gestos, como recomendaba don Adolfo Ruiz Cortines ante un revés político.

Ya quedan solo seis días para que se vaya AMLO

¿Dónde está la oposición? Antes, ante la inminencia de la salida de un gobernante, sobre todo periodistas críticos, uno que otro opositor y personas de la sociedad civil, llevaban la cuenta regresiva y la hacían pública. Algunos llevaban los días, las horas y los minutos para que llegara la despedida.

Hoy, me extraña que ningún político de la oposición lleva la cuenta del tiempo que le falta a Andrés Manuel López Obrador para que se vaya.

En esta columna recordamos que los días se pueden contar con los dedos de las manos, ya que solo le restan seis días en el gobierno. ¿Habrá festejos por su ida? No lo dudo.

En su visita del domingo al puerto, la imagen que dominó en muchos medios fue en donde se le ve acompañado por los gobernadores Cuitláhuac García Jiménez, saliente, y Rocío Nahle, entrante.

Por esa razón, ninguno estuvo en el Consejo Nacional Extraordinario de Morena, de hecho ya bajo el mandato político de la ya casi presidenta constitucional, Claudia Sheinbaum.

Las circunstancias políticas colocaron a cada uno en el lugar que les corresponde: Cuitláhuac y Nahle son expresión genuina de AMLO, no así de Claudia, aunque son compañeros de partido.

Sin duda, los gobernantes de Veracruz tendrán el apoyo institucional de la nueva presidenta, pero difícilmente gozarán de la consideración que les otorgó su mentor político.

Cuitláhuac está a solo poco más de 60 días para que pase a ser una figura irrelevante; Rocío tiene valor propio y su investidura la mantendrá en el primer plano, pero difícilmente volverá a ser lo mismo para ella sin el apoyo de López Obrador.

La inminencia del cambio de poderes debiera de servir a los políticos que se creen insustituibles para recordarles que el poder tiene fecha de vencimiento, que se acaba, que no hay mal que dure más de seis años y que polvo son y al polvo han de volver.