XVII DOMINGO ORDINARIO. CICLO B
A partir de este domingo, interrumpiremos por un tiempo la lectura del evangelio de San Marcos para empezar a leer el capítulo 6 del evangelista San Juan que presenta a Jesús como el PAN DE LA VIDA. En efecto, Jesús es el alimento que nos da vida por medio de su Palabra y su sacrificio en la cruz actualizado en la Santa Eucaristía. Por eso en cada eucaristía Dios nos alimenta con su Palabra y con el cuerpo y sangre de su Hijo.
Hoy empezamos la narración del milagro de la multiplicación de los panes y de los pescados, (Jn 6, 1-15) presentada como una gran señal que nos revela el misterio de Cristo.
Jesús se había marchado con sus discípulos al otro lado del lago para buscar un poco de tranquilidad pero ahí se encuentra con una gran cantidad de personas que lo seguían por los milagros que había hecho sobre los enfermos. Viendo toda esta multitud Jesús se pregunta cómo alimentarlos y para ello involucra a sus discípulos.
La respuesta a la necesidad de dar alimento a toda esa gente encuentra dos tipos de respuesta, una negativa y pesimista, señalando que sería imposible alimentar a tanta gente y otra respuesta positiva y más optimista: ahí había una persona que tenía cinco panes y dos pescados. No obstante era algo insuficiente. La historia se concluye señalando que Jesús con esos cinco panes y dos pescados llevó a cabo la multiplicación, dio de comer a toda aquella multitud e incluso hubo pan de sobra.
Resaltamos algunas enseñanzas que proceden de este relato bíblico:
Dios pudiendo hacer las cosas él solo, nos enseña a colaborar con él. Así lo demuestra este relato al momento que Jesús involucra a los discípulos para darle de comer a tanta gente. En efecto este es el misterio de la Iglesia, Dios sigue llevando su salvación a todas las personas a través de todos los bautizados; por medio del servicio de las personas Dios lleva el consuelo a los enfermos, a los encarcelados y a los oprimidos por todo tipo de mal. Dios alivia a los que sufren por medio de las palabras y las acciones de los que se comprometen como misioneros. Muchas cosas en la vida se resuelven en la medida que colaboramos con el poder de Dios.
Los milagros suceden cuando ponemos en las manos de Dios nuestros “cinco panes y dos pescados”. Cada quien sabe cuáles son sus cinco panes y dos pescados. En efecto, Jesús no habría podido alimentar a tanta gente si aquella persona que llevaba estos alimentos los hubiera escondido, si hubiera sido egoísta y los hubiera reservado para él. Nuestros cinco panes y dos pescados, pueden parecer muchas veces insignificantes, la Palabra de Dios nos enseña hoy que nunca debemos desconfiar de lo pequeño o de lo que tiene una apariencia de insuficiencia. Pues lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. A Dios muchas veces le bastan estas pequeñas colaboraciones para llevar cabos grandes obras.
Que el Espíritu Santo nos ayude a ser colaboradores permanentes con Dios, no obstante que consideremos que nuestra aportación sea pequeña o insignificante.