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Mecanismo para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas

Por Ángel Álvaro Peña

ALMA GRANDE

Los enemigos de los periodistas no son el crimen organizado, ni los delincuentes comunes, el mayor peligro para los comunicadores en este momento en México es el Mecanismo que depende de la Secretaría de Gobernación y que lejos de cumplir con su obligación pareciera ser cómplice de los homicidas que tienen en los comunicadores a sus objetivos más visibles.

Las ocurrencias en la administración pública terminaron por convertirse en costumbre. Un vicio de la más añeja administración pública consiste en “nadar de a muertito” para ser los últimos en despedir el sexenio o que, de plano, su insignificancia sea tanta que se les olvide correrlos una vez terminada la administración.

Por lo menos este tipo de mañas caracteriza al Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas. Hace seis años fue la misma conducta, hacerse los invisibles para perdurar en la Junta de Gobierno y conservar la chamba. Porque hay personas que no saben trabajar en otra tarea que no sea la burocracia.

De esta forma, el Mecanismo que debe defender la integridad de líderes de defensa de derechos humanos y de los periodistas burocratiza a grado tal su responsabilidad que se les olvida que su objetivo es resguardar la integridad de estas personas, pero para esos empleados de gobierno los hombres y mujeres en peligro de perder la vida, las víctimas, representan sólo un número de filiación que borrar, un pésame que expresar y el ahorro de recursos que se retiran ante el asesinato que por lo regular queda impune.

Esta costumbre la inició Jorge Ruiz, quien encabezaba la Junta de Gobierno y consideraba que todo el mecanismo era de su propiedad. Le siguió Aarón Mastache, a quien se le envió a Conagua. Así pasó Olga Sánchez Cordero, Augusto López, y ahora Alcalde Luján, y es lo mismo.

Según Artículo 19, en este sexenio han asesinado a 139 periodistas, de los cuales un número desconocido mantenía la protección del Mecanismo, cuyos integrantes saben cuál es el número exacto de periodistas que solicitaron este servicio y no se lo proporcionaron en nombre de la austeridad. Porque los burócratas de la Junta de Gobierno, ahora encabezados por Enrique Irazoque, consideran que mientras más dinero dejen de gastar son más indispensables a los ojos de sus jefes, cuando la esencia del Mecanismo radica en evitar homicidios, no en evitar gastos.

Los encargados de inhibir cualquier atentado contra los periodistas se convirtieron en un grupo cada vez más selectivo para admitir beneficiarios, como si se tratara de un club privado, con más requisitos para beneficiarse con su protección cada día. Es decir, no basta estar en peligro para ser auxiliado por el mecanismo, se debe cumplir con requisitos burocráticos que mientras se entregan pueden asesinar o desaparecer a un comunicador.

En estos momentos los integrantes de la Junta de Gobierno del Mecanismo están nerviosos ante el peligro de ser sustituidos, saben que no han hecho su trabajo. La responsabilidad de cuidar la integridad es una carga muy pesada para este grupo de burócratas, tanto que prefieren crear una mafia y chamaquear a personajes como Alejando Encinas y a la propia Luis María Alcalde, antes que cumplir con su responsabilidad.

En ningún medio se habla de los trabajos del Mecanismo como una labor loable. Nadie, en ningún medio nacional o extranjero menciona de manera positiva esta oficina gris y despiadada, que pareciera un rincón de la vieja burocracia de hace 100 años, que sólo se mantiene asistiendo diariamente a la oficina para cubrir el requisito que les exige el cobro de su salario.

Porque cuando se trata de tomar partido, de adoptar una posición, no lo hacen para proteger a un periodista, al contrario. Su percepción de la realidad tiene que ver más con el espionaje a los comunicadores que su propia protección. Así, para obtener datos sobre la vida de los comunicadores afiliados a esta oficina, infiltra escoltas que informan las 24 horas cada minuto de vida de quienes deben ser protegidos y no espiados, a quienes se les vulnera su privacidad a través del Mecanismo.

La vigilancia tiene que ver, entre otros objetivos, con la intención de quitarle la protección al periodista. Si el infiltrado considera que no está en peligro, desde su muy personal percepción, se le retira muchas veces sin avisarle al interesado, o, en el mejor de los casos, de un día para otro, dejando en la vulnerabilidad total a cualquier comunicador que acudió a esta instancia porque su vida estaba en peligro.

Así dejan en la vulnerabilidad a muchos de los amenazados de muerte, a grado tal que, en algunos casos, si así lo permiten sus recursos, se amparan ante el retiro de la escolta porque está de por medio su vida.

A pesar de que hay casos en los que, como el mío, un periodista de 88 años, decano del gremio en Veracruz, asesinaron en la calle a uno de mis escoltas, esta situación no fue motivo suficiente para no quitarme ese servicio que es de vida o muerte, por lo que debí ampararme y una vez ganado el amparo y un juez dio la orden de regresar la protección, el mecanismo aplaza la restitución de la escolta.

Así, con lapsos de varios meses. La protección regresa y luego desaparece, hay que realizar un sinnúmero de papeleo para que la restituyan y vuelve a desaparecer, muchas veces sin previo aviso. Se realiza la protesta por esa ilegalidad, ya que se está desobedeciendo la orden de un juez y vuelven a dar un plazo más largo para reponerla. En un cuento de nunca acabar.

Los enemigos de los periodistas no son el crimen organizado, ni los delincuentes comunes, el mayor peligro para los comunicadores en este momento en México es el Mecanismo que depende de la Secretaría de Gobernación y que lejos de cumplir con su obligación pareciera ser cómplice de los homicidas que tienen en los comunicadores a sus objetivos más visibles.

De esta manera, los miembros de la junta de gobierno del Mecanismo han aprovechado el pleito que existe actualmente entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial –uno, que se resiste a la reforma que transformaría su estructura y el otro dejaría sin privilegios a una parte muy elitista de esta área del poder-, para desacatar la orden de los jueces que, con un amparo de por medio, ordenan al mecanismo restablecer la protección.

A río revuelto ganancia de pescadores, y de manera oportunista ven que hay enfrentamientos, acomodan su pasividad y violan la ley poniendo en peligro la vida de quienes deben ampararse para sobrevivir.

Así como hay gente honesta en el Poder Ejecutivo, también la hay en el Judicial, el caso es que, en medio de esta guerra de acusaciones por diferentes delitos entre poderes, el Mecanismo se cruza de brazos, se toma su tiempo mientras cientos de periodistas están en peligro.

Esta es la tarea histórica de un grupo de privilegiados que son ángeles de la muerte y nada ni nadie hace algo para que se pongan a trabajar y defiendan, por fin, la integridad de los mexicanos que requieren protección y en cuyo trabajo le va la vida de por medio, que para ello fue creado.

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Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.