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Sólo la cercanía de Dios nos transforma

Por Pbro. Juan Beristain de los Santos

La Cuaresma es el espacio de tiempo de 40 días que tiene un creyente para
reavivar o reactivar su relación con el Dios del amor y de la alegría. En estos
días cuaresmales, Dios se acerca realmente, en su Hijo Jesucristo encarnado,
a todos y a cada uno de nosotros para sostenernos y brindarnos lo esencial de
la vida: El amor y la misericordia. El creyente, consciente de esta ayuda divina
e invisible, tiene la posibilidad real de entrar en un proceso de crecimiento
personal para lograr, a través de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, un
cambio de vida marcado por la justicia, la paz y la solidaridad. Esta vida nueva
en Cristo es el horizonte de los principales proyectos de desarrollo integral de
todos sin exclusión de nadie.
Conviene observar con ojos de fe, la realidad que nos rodea en nuestra
sociedad veracruzana. Con la fe descubrimos que el Creador se nos brinda a sí
mismo en su Hijo Jesucristo. Joseph Ratzinger, quien fuera Papa Emérito, nos
recuerda que es Dios quien entra y se hace presente en nuestro tiempo:
“Hemos olvidado lo importante que es dejar entrar a Dios en el tiempo y no
usar el tiempo sólo como material disponible para satisfacer las propias
necesidades. Hay que dejar de lado los pragmatismos y obligaciones para
entregarse en persona a Dios y a los demás”. Cuaresma es el tiempo en que
Dios está más cerca de nosotros para acompañarnos en todo el recorrido de
nuestra vida con todas sus circunstancias. Él siempre nos quiere decir algo
nuevo, pero sobre todo quiere amarnos para que encontremos y practiquemos
la ayuda desinteresada y la justicia con los demás hasta lograr una sociedad
sin desigualdades y sin violencia.
El tiempo espiritual de la Cuaresma, si lo vivimos con toda responsabilidad y
gusto, nos hará crecer realmente en nuestro interior para beneficio personal y
de los demás. Joseph Ratzinger nos heredó tres reglas básicas para conseguir
una vida nueva y llena de sentido: “Sólo dando, es que recibimos. Sólo
siguiendo a Cristo, somos verdaderamente libres de toda atadura. Sólo
ofrendando, recibimos lo que de ningún modo podemos merecer”. Vivir sin Dios
y sin los demás conduce irreversiblemente a una situación nacional donde
reina la violencia extrema, la mentira sistemática y empobrecimiento espiritual y
material sin precedentes.
Hemos sido creados para vivir la unión y comunión con los demás. Somos
verdaderamente mejores personas y más libres en el encuentro con los demás,
pero sobre todo con Dios. La Cuaresma es una gran oportunidad para dar un
gran paso hacia una renovación personal y nacional.
Pbro. Juan Beristain de los Santos
Director
Oficina Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa