La India se encuentra en un estado de paralización ante la inauguración de un histórico templo hindú dedicado al dios Ram en la ciudad de Ayodhya, considerado el lugar de nacimiento de esta deidad venerada en el hinduismo por más de 7.000 años. Miles de hinduistas devotos han inundado las calles, vestidos con prendas color azafrán, coreando consignas religiosas en anticipación al significativo evento que tiene lugar más de tres décadas después de que extremistas religiosos derribaran una mezquita en el mismo sitio.
La construcción del majestuoso templo de 50 metros de altura, con un costo de aproximadamente 240 millones de dólares financiados íntegramente por donaciones populares, ha sido llevada a cabo por una legión de escultores que trabajaron arduamente en los relieves exteriores. Celebridades y el primer ministro indio, Narendra Modi, se unirán a miles de fieles para la consagración histórica del templo en una ceremonia presidida por Modi a las 12:00 horas locales.
Las calles de Ayodhya ya están llenas de hinduistas ataviados con prendas color azafrán, mientras la música y los bailes entretienen a los peregrinos que acudieron a presenciar el evento. Las banderas azafrán en honor al dios Ram ondean no solo en Ayodhya, sino también en ciudades como Nueva Delhi. Varios estados, incluyendo Uttar Pradesh, Madhya Pradesh, Goa y Maharashtra, han cerrado escuelas y comercios en celebración del evento, declarando el día como festivo.
En consonancia con las festividades, el Gobierno indio ha cerrado sus oficinas, bancos del sector público e instituciones financieras durante la ceremonia. El templo hindú, ubicado a orillas del río Sarayu, reemplaza las ruinas de una mezquita construida en el siglo XVI por el emperador mogol Babar, destruida en 1992 por fanáticos hinduistas en una campaña liderada por una organización extremista hindú y el BJP, partido gobernante de Modi.
El derribo de la mezquita desencadenó una ola de violencia religiosa en 1992, resultando en la muerte de 2.000 personas, en su mayoría musulmanes. Este episodio exacerbó las tensiones entre hindúes y musulmanes en la India, donde la comunidad musulmana representaba el 14.2% de la población en 2011, según el último censo.