III DOMINGO ORDINARIO. CICLO B
El evangelio de este domingo Mc 1,14-20, nos refiere el comienzo del ministerio de Jesús, donde nuestro Señor presenta un mensaje muy claro: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca: Conviértanse y crean en el Evangelio. Se trata de un mensaje urgente, no hay tiempo que perder; el reino está cerca y hay que acogerlo. De esta manera, Jesús nos dice hoy que para recibir el Reino de Dios se necesitan básicamente dos cosas: convertirse y creer en el Evangelio.
Convertirse (metanoia) significa cambiar de mentalidad, cambiar el modo de ver y juzgar las cosas y por consiguiente en el plano operativo, significa cambiar de conducta de vida del modo de proceder. En este sentido la conversión se distingue del arrepentimiento; cuando uno comete un mal puede ser que sienta arrepentimiento por lo que ha hecho o causado, puede ser que lamente lo que sucedió pero ahí queden las cosas. Ese paso de sentirse incómodo por el mal que uno haya hecho, debe reforzarse con la conversión, que es lo que nos propone Jesús para recibir el Reino de Dios. Si uno nada más se arrepiente, una vez que pasa ese sentimiento de culpa, casi será seguro que vuelva a caer en lo mismo; uno debe también convertirse, y eso significa tomar la firme decisión de separarse de las cosas que ha hecho mal y adherirse a Dios. Se trata de un cambio radical de orientación, algo que Jesús requiere de nosotros para nuestro bien.
Creer en el Evangelio significa poner la confianza en Jesús y en la buena nueva que él trae al mundo, es decir la buena noticia de que Dios nos ama mucho y quiere que todos nos salvemos, porque todos somos sus hijos. Creer en el Evangelio es ante todo, creer en la persona del Hijo de Dios y encontrarse con él ya que él es el EVANGELIO; por lo tanto confiarse a él y estar dispuesto a seguirlo asumiendo todas las consecuencias. Significa también asumir su doctrina, la Buena nueva que él predica y que se encuentra en los evangelios. Confiar en Jesús y en su Evangelio significa hacer del Evangelio nuestro punto de referencia, inspiración constante, norma suprema y único fundamento del modo de ver y juzgar las cosas.
Esta reflexión nos lleva automáticamente a considerar nuestro modo ordinario de proceder. Hasta qué punto Jesús y su Evangelio son nuestro referente en nuestras decisiones y elecciones de todos los días. Es conveniente preguntarnos si confiamos más en nuestros puntos de vista, o en los principios o criterios de este mundo, si nos adecuamos más por comodidad o conformismo a las formas de vida modernas, si confiamos más en las realidades terrenas y sobre ellas colocamos nuestra existencia y buscamos nuestras seguridades.
Creer en el Evangelio no significa sólo aceptar las verdades que Cristo nos ha revelado, significa también actuar en conformidad con los valores del Evangelio; hacer de los principios evangélicos la regla de la propia vida. Esto comporta un cambio de mentalidad y de conducta de vida; una conversión en el modo de ver y juzgar las cosas; se trata como dice San pablo, de revestirse del hombre nuevo o de renacer a una vida nueva. En la práctica, convertirse significa caminar detrás de Jesús, seguir su estilo de vida y compartir su destino como hicieron tantos discípulos que nos cuenta el evangelio.