De “cascajo”, fueron calificados quienes salieron del PRI para adherirse a la causa enarbolada por Morena y partidos aliados; ese es un calificativo no muy edificante para quien lo recibe, más aún porque son políticos supuestamente “indignados” por el mal trato que recibieron en el PRI; “recibimos puro cascajo y se supone seríamos diferentes”, comentó el senador Díaz Durán. Parece extraño y hasta contradictorio porque quienes ejerciendo su derecho a participar en política donde les dé la gana usaron el trampolín para pasar del partido donde recibieron la primera oportunidad para brincar hacia una franquicia cuya fama de venderse al mejor postor es de todos conocida no han respondido como se supone debieran hacerlo. Es decir, esa pirueta solo alcanzó para caer en una sucursal, porque en la matriz, lo saben, simplemente serían públicamente rechazados o recibidos con mucha reserva (que se porten bien, dijo AMLO), admitidos, pero solo para hacer bulto, hacerla de cola de ratón. Pero más extraño aún resulta que nadie de los migrantes políticos en Veracruz se haya quejado por recibir calificativo tan afrentoso, porque “cascajo” en definición libre significa lo que se cae de una edificación, que en este caso sería el PRI, pero en otra construcción (Morena) ya sería de poco uso. El mal trato lo sintetiza claramente el coordinador de los diputados de Morena en el Congreso veracruzano cuando avisa que su bancada ya está completa y ya no hay espacio para quien quiera incorporarse, aunque da la bienvenida “siempre que no busquen cargos públicos”, ¡vaya recibimiento! Qué contraste: en el circo un trapecista es admirado por su destreza y valentía, en cambio, en política, el riesgo consiste en ser calificado como cascajo.
Una reflexión (política) navideña
Por Alfredo Bielma Villanueva