En la Avenida Araucarias de Las Ánimas, en Xalapa, una casa ha dado origen a una fascinante leyenda que ha capturado la atención de los habitantes locales. El protagonista de esta historia es “Yarini”, una muñeca de gran tamaño que, día tras día, exhibía variados atuendos en la ventana de la residencia, desencadenando especulaciones y rumores sobre su origen.
Lo que inicialmente fue un fenómeno local en la zona de Las Ánimas, rápidamente se expandió por toda la ciudad, con innumerables fotografías compartidas y comentarios que insinuaban una historia trágica detrás de la muñeca. Según la página de Facebook “Xalapa Antiguo, análisis y opinión”, durante muchos años, la leyenda urbana afirmaba que la propietaria de la casa, doña Angélica Rivas, colocaba a Yarini en la ventana en memoria de su hija, supuestamente fallecida por atropello en la misma avenida.
Ante la difusión de esta leyenda, una cadena de televisión local emprendió una exhaustiva investigación para desentrañar la verdad detrás de la enigmática muñeca de Las Ánimas. En una entrevista, doña Angélica Rivas desmintió los rumores que habían circulado durante tanto tiempo. Contrariamente a la historia trágica, su hija estaba viva y gozaba de buena salud. Sorprendentemente, Yarini, la muñeca que se había convertido en el foco de atención, resultó ser un regalo de Reyes Magos para su primogénita, recibido hace casi 50 años.
Doña Angélica compartió la auténtica historia detrás de Yarini, revelando que la muñeca no solo era un objeto decorativo, sino un tesoro lleno de significado y amor. Esta había sido la primera muñeca de su hija, convirtiéndose desde entonces en un miembro más de la familia Rivas.
La ventana de la Avenida Araucarias, que antes había sido el escenario de una leyenda trágica, se transformó en un altar de recuerdos, esta vez marcado por la celebración de la vida y el cariño compartido a lo largo de los años. Yarini, la muñeca de Las Ánimas, se convirtió así en un símbolo querido para la comunidad.
Aunque actualmente la muñeca ya no se exhibe en la ventana de la casa, los xalapeños rememoran su presencia y los variados vestuarios que día tras día eran elegidos por su propietaria.
“Yo trabajaba a unas 5 casas abajo de donde la ponían, todos los días era diferente su ropa, pero no me daba miedo; lo veía como un adorno más”, se lee en un comentario.