Entre Columnas
El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres.
–Platón
Se ha vuelto terriblemente cotidiano, al punto de convertirse en una ofensa mayor a la inteligencia, incluso al sentido común, la enorme cantidad de simulaciones de muchos actores políticos – y no- quienes pretenden implantar sus verdades por más absurdas o mentirosas que sean, regodeándose y asumiendo cínicamente que quienes les miran las aceptan crédulamente o, llanamente porque no les importa lo que piensen los otros.
Los que lanzan esas simulaciones, medias verdades o de plano mentiras en discursos y actos, están seguros de que a la gente se le puede sorprender. Suponen que esos comportamientos no tendrán ni una mínima reflexión, piensan que la ignorancia o la indiferencia son los nichos sociales donde mueven sus impresentables fichas.
Lo sucedido en Nuevo León es mucho, pero mucho más que lo anteriormente señalado, por la trascendencia que pudiera haber tenido, o pueda tener, en sus consecuencias en el inmediato o corto plazo. Más allá de algún triunfo político, el “juego” es peligroso por la ruptura de cualquier mínimo mecanismo que pudieran tener los involucrados, de altura, de visión, de reconocimiento legal y ética política.
Estos personajes que valoran su “grandeza política” ajustada en función de los likes hacia la novedad que presentan para comunicar la vacuidad, de cómo enseñorearse en su nueva política intrascendente, fugaz, sin propuestas ni compromisos. Un espectáculo llamativo para quienes siguen sin reflexiones mayores una terrible realidad de incompetencia, de inconexiones, de escenográfica fatuidad política.
Nuevo León y los tenis fosforescentes son, sin embargo, escenario del arribo de esa amenaza que toca la puerta, desde el otro extremo al actualmente existente, que se engrandece ante la falta ya no digamos de contenidos de propuestas, sino fundamentalmente de argumentos, de conexión e ideas claras que abran soluciones ante las condiciones que para muchos se miran y viven, hoy por hoy, como momentos muy negativos para nuestro país.
Más allá de los lugares comunes, lo sucedido en Nuevo León es una alerta ante el vacío que nos rodea, en función de las complejas situaciones que comunican el abandono de cualquier propuesta ante la llamativa y colorida ilusión de los pregoneros de la nada, argumentada como la panacea. El evento representa lo nuevo y atractivo de una comunicación para los jóvenes que aspiran a muy poco; tan solo eso que llena la vista, que diga poco o nada pero que muestre la vida superfluamente exitosa de unas élites huecas, que en el fondo se atenazan de los viejos modelos donde las contradicciones de clase y sus peores resultados están ahora mismo mostrando su cara dura en la violencia, en la corrupción, en el abandono de la educación, la salud o el medio ambiente.
Los vacíos de la clase gobernante del “nuevo Nuevo León” son evidentes porque se violenta públicamente la palabra empeñada y los compromisos que se abandonan hasta hacerse añicos, porque la legalidad debe tomarse a modo o violentarse a conveniencia.
Nuevo León parece ser el laboratorio donde gobierna un partido que dice representar la nueva política, pero en realidad parece ser el negocio de un dirigente que despliega las más viejas prácticas político partidarias. Monolítico y corrupto presenta caras “frescas” con colas discursivas huecas, elitistas y privilegiadas, ocultas tras la luz de las máscaras de lo novedoso, “trendy o fashion”, de los hábiles manejos de publicidad en redes; personajes descompuestos, desvergonzados y ambiciosos, furtivos en medio de colores y mensajes pegadores.
Por ahora, Nuevo León es, al final del día, la crisis y la derrota, de un extremo simulador y desvergonzado de eso que se está creando monstruosamente en los subterráneos de un Estado y una democracia en crisis, de una sociedad con demasiados hartazgos, y parece ser, muchas cuentas por cobrar.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
México, antepenúltimo de la OCDE en matemáticas, comprensión lectora y ciencias.
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