La Conferencia Anual sobre el Clima, COP28, se aproxima y pone de manifiesto dos realidades innegables: la emergencia climática y la persistente negativa de los países más ricos, liderados por Estados Unidos, de apoyar a los más vulnerables. Enfrentamos desafíos climáticos crecientes, desde inundaciones hasta megaincendios, exacerbados por un aumento continuo de las emisiones de CO2. La COP28 se centrará en la justicia climática y el financiamiento necesario para abordar estos problemas, compartiendo los costos de la transformación energética y la adaptación al cambio climático.
La historia de las COP anteriores revela promesas incumplidas. Desde 1995, cuando se prometió estabilizar las emisiones, hemos visto un aumento significativo en las emisiones y en la temperatura global. A medida que nos acercamos peligrosamente al límite de 1,5 °C acordado en París en 2016, los desastres climáticos se intensifican, causando pérdidas masivas y daños económicos estimados en 275 mil millones de dólares para 2022.
Las soluciones son claras: transición a fuentes de energía renovable, interconexión de redes energéticas y abandono de los combustibles fósiles. Sin embargo, el desacuerdo persiste sobre cómo compartir los costos. La justicia climática exige que los responsables, principalmente los países ricos como Estados Unidos, asuman la responsabilidad financiera por las pérdidas, daños y adaptación en los países más afectados. Además, se requiere financiamiento a largo plazo y bajo costo para la transición energética en los países en desarrollo.
Estados Unidos, responsable de una cuarta parte de las emisiones acumuladas de CO2, se enfrenta a la necesidad de contribuir significativamente. Gravar a los países ricos con solo 10 centavos de dólar por tonelada de emisiones pasadas generaría aproximadamente 100 mil millones de dólares al año. Sin embargo, la reticencia estadounidense persiste, a pesar de que el costo representaría solo el 0,2% de su PIB anual de 26 billones de dólares. A medida que el equilibrio de poder mundial cambia, se espera que la justicia climática y la recaudación global se conviertan en imperativos.
Creo que este cambio conducirá a nuevos enfoques, incluidos impuestos globales sobre emisiones de carbono, reflejando una mayor conciencia de la responsabilidad compartida y la interconexión en nuestro mundo. Aunque enfrentaremos desafíos, este cambio es esencial para lograr un desarrollo sostenible y equitativo para todos.