Todo lo que no sé debe, se puede…¡Como de que no!
Y eso es justo lo que hace el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Si algo no se debería de hacer, es: cerrar Palacio Nacional al público .
Es un edificio construido en 40 mil metros cuadrados, depositario de gran historia, de múltiples estilos y modas de muebles, pinturas y obras de arte.
Este magnífico edificio alberga el Museo dedicado a Benito Juárez, fue la Antigua Cámara de Diputados, la Galería Nacional, la Antigua Casa de Moneda, el Fondo Histórico de Hacienda y la biblioteca llamada: Archivo de Francisco I. Madero.
Destacan los murales del pintor Diego Rivera, y una pieza de gran importancia histórica: La Campana de Dolores.
Vale la pena recordar que la construcción de este Palacio, se inició en 1522, fue la segunda residencia de Hernán Cortes.
Se construyó sobre un antiguo palacio azteca, el del Tlatoani Moctezuma Xocoyotzin. Desgraciadamente sufrió un incendio en 1692 y es hasta la época de Independencia que fue reconstruido; tiene una fachada principal que, combina los estilos barroco y neocolonial.
El Palacio Nacional, es desde 1987, declarado por la UNESCO; Patrimonio de la Humanidad.
Pero sobre todo es, ¡patrimonio de los mexicanos!
¡Qué orgullo y qué pena!
Que orgullo porque es una joya arquitectónica, histórica y cultural invaluable; pero, qué pena, nosotros los dueños no tenemos acceso, pues el actual Presidente de la República, provinciano y austero, lo tomo como su “modesta residencia”.
Nos ha privado de esto que es nuestro, como nos ha privado de otras tantas cosas como: la seguridad con la que caminábamos por la calle, el acceso a un sistema de salud y a todas las vacunas básicas, medicamentos para enfermedades catastróficas, de un sistema educativo de calidad, de fuentes de trabajo en la burocracia, a que crezca la investigación científica, de dar créditos al campo y nos quiere quitar hasta las aspiraciones a tener una vida mejor; a que el Poder Judicial sea un verdadero contrapeso político y el defensor de los derechos constitucionales de todos los mexicanos .
El poder y solo el poder, está en la agenda del Presidente.
La simulación es su fuerte.
Para muestra, la reunión que tuvo con Claudia Sheimbaun en su Palacio.
Claudia, que entró por la puerta de atrás del edificio, estuvo largo rato platicando en privado con el Presidente, y este, cínicamente afirmó que solo hablaron “del tiempo y la salud”, de sus achaques y de la familia, cuando claramente la mando llamar para seguir dictándole la agenda electoral .
Eso, precisamente eso, que se puede, ¡es lo que no se debe hacer!
¿Porque no llama a Xóchitl Gálvez para platicar de cómo están en su casa?
Desplante tras desplante y todo para abonar a la carrera por la sucesión presidencial de su candidata que ojalá -esta-, mostrara verdadero interés por el bienestar de los ciudadanos, porque vestirse con la imagen de la Virgen de Guadalupe y blusas bordadas por indígenas, no la hacen más mexicana ni más empática; jamás esboza una sonrisa y sus discursos son solo el eco de las peroratas de su progenitor político, López Obrador.
Han transcurrido cinco años desde que juró gobernar para todos los mexicanos y gobernar es lo que menos hemos visto. Se ha seguido de largo haciendo campaña política, llevando agua a su molino y ni un apapacho para los miserables guerrerenses azotados por el huracán.
No sea que se les acerca, le vayan a ensuciar la guayabera.
Cualquier Presidente anterior, se hubiera presentado en Acapulco luego de la tragedia, en menos de 10 horas para ver los daños y a la gente, pero López Obrador, a 30 días del desastre, vió desde un barco la bahía; “como los toros desde la barrera”.
Hoy reina en él, la soberbia, la prepotencia, el disimulo y la mentira, ¡amén del miedo a que le griten reclamos!
Por lo pronto, López Obrador estará pasando un corajin porque le rechazó el Senado su terna para elegir a la nueva Ministra de la Suprema Corte .
Ahora enviará una nueva terna que, de volvérsela a rechazar, el Presidente, con el poder de su cargo, ¡nombra a quien quiera!
¡Digamos la Verdad!