El 22 de noviembre de 1963, en una soleada mañana en Dallas, Texas, el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, fue asesinado en un evento que conmocionó al mundo. Acompañado por su esposa Jacqueline Kennedy y el gobernador John Connally, la caravana presidencial recorría las calles cuando sonaron disparos, hiriendo mortalmente al presidente.
Este trágico evento desató una serie de investigaciones lideradas por la Comisión Warren, que concluyó señalando a Lee Harvey Oswald como el tirador solitario desde el sexto piso del Texas School Book Depository. Sin embargo, numerosas teorías de conspiración han cuestionado esta versión, respaldadas por análisis balísticos y testimonios de testigos.
La famosa “teoría de la bala mágica”, presentada por la Comisión Warren, ha sido objeto de críticas y escepticismo. La película de Oliver Stone, “JFK”, expone las inconsistencias gubernamentales y respalda las investigaciones independientes que sugieren disparos desde múltiples ángulos.
Mientras que Oswald fue detenido, su asesinato en vivo por Jack Ruby complicó aún más la investigación. Expertos forenses y analistas balísticos independientes argumentan que las heridas sufridas por Kennedy y Connally indican la posibilidad de más de un tirador, desafiando la narrativa oficial.
Han surgido diversas teorías conspirativas, involucrando a la CIA y la mafia, destacando desacuerdos políticos de Kennedy en temas como Cuba y la Unión Soviética. La presión ejercida por el gobierno sobre la mafia y la relación con el exilio cubano también se han señalado como posibles motivaciones.
El asesinato de Kennedy marcó un punto de inflexión en la historia estadounidense, generando escepticismo y desconfianza. Su popularidad, en ese momento del 70%, cayó en medio de una era de incertidumbre que dejó huellas duraderas en la sociedad estadounidense. Este evento sigue siendo objeto de debate y especulación, alimentando la fascinación y el misterio que rodea al magnicidio de John F. Kennedy.