El 20 de noviembre es una fecha de suma importancia en México, marcando el inicio oficial de la Revolución Mexicana en 1910, un movimiento que dejó una huella indeleble en la historia del país. El contexto de la época estaba firmado por la prolongada presidencia de Porfirio Díaz, quien gobernó de manera autoritaria durante tres décadas, generando profundas desigualdades sociales y concentración de tierras en manos de unos pocos. La voz de inconformidad se alzó a través de Francisco I. Madero, cuyo Plan de San Luis convocó a la rebelión.
La revolución tuvo como objetivos fundamentales la restitución de tierras y la mejora de las condiciones laborales, particularmente en un entorno donde los abusos y la represión eran moneda corriente. El levantamiento armado atrajo a líderes destacados como Emiliano Zapata y Francisco “Pancho” Villa, quienes se convirtieron en figuras emblemáticas del movimiento.
En mayo de 1911, después de intensos enfrentamientos, los rebeldes lograron tomar Ciudad Juárez, lo que llevó a la renuncia de Porfirio Díaz. Con la celebración de elecciones en octubre de ese año, Francisco I. Madero asumió la presidencia, inaugurando una nueva etapa en la historia mexicana.
No obstante, las tensiones internas persistieron, y la Revolución Mexicana no fue un camino exento de conflictos. El asesinato de Madero en 1913 abrió paso al gobierno de Victoriano Huerta, lo que generó un reavivamiento de la lucha armada. Líderes como Venustiano Carranza, Pancho Villa y Emiliano Zapata desempeñaron papeles clave en esta fase, que culminó con la renuncia de Huerta en 1914.
El impacto más duradero de la Revolución Mexicana fue la promulgación de la Constitución de 1917, considerada una de las más avanzadas de su tiempo. Esta constitución introdujo derechos sociales y abordó la problemática de la propiedad de la tierra, devolviendo a la nación la soberanía sobre recursos naturales como aguas, ríos, mares y montañas.
El proceso revolucionario también dejó un legado significativo en la democracia mexicana. La ley electoral de 1911 desarrolló por primera vez el voto directo para diputados y senadores federales, así como la participación ciudadana a través de partidos políticos. Además, la revolución influyó en la educación, abriendo campos y propiciando su universalización, y en el arte, con el surgimiento del muralismo como una expresión artística y educativa.
Si bien la Revolución Mexicana continuó más allá de 1917, estos eventos marcaron un punto de inflexión en la historia de México, configurando el país que conocemos hoy y sentando las bases para importantes cambios políticos, sociales y culturales.