Columnistas

Sheinbaum- García Harfuch, un dilema político

Por Alfredo Bielma Villanueva

Desde 1997 la izquierda mexicana logró el gobierno de la capital del país, aquel fue un estremecimiento político que cimbró la estructura del Sistema Político Mexicano pues desde el Maximato al gobierno del Distrito Federal lo habían encabezado Regentes designados por el presidente de la república, es decir de la misma filiación política. Justamente cuando finalizaba el siglo XX el todopoderoso PRI comenzó a manifestar perturbaciones internas lo cual, combinado con el progresivo fortalecimiento del PAN y del PRD, fraguó fenómenos como el chapulineo de políticos priistas migrantes hacia esas siglas, que ya alcanzaban triunfos electorales de mayor calibre: diputaciones, senadurías y gobiernos estatales. El triunfo electoral de Cárdenas en 1997 para convertirse en Jefe de Gobierno de la CDMX marcó una pauta importante hacia el futuro, un anuncio premonitorio de la alternancia en 2000, cuando el PAN con Vicente Fox de candidato a la presidencia de México derrotó al PRI.

Históricamente está demostrado que las hegemonías no son eternas, algunas demoran muchos años en construirse y son de larga duración, otras no logran consolidarse, de allí que a la CuartaT preocupe lo que está ocurriendo con la candidatura a la Jefatura de gobierno de la CDMX a causa del rudo diferendo entre los seguidores de Clara Brugada y quien propuso a Omar García Harfuch como precandidato de Morena, o sea, Claudia Sheinbaum. Esa es la disyuntiva que ocupa a quien decide en Morena: dejar la candidatura a la propuesta de Sheinbaum o cederla a los grupos que tradicionalmente sirvieron de voto duro al PRD y ahora sirven a Morena. Es un problema no solo de percepciones porque la forma en que se resuelva acarreará consecuencias. Si no es García Harfuch la imagen de Claudia Sheinbaum sufrirá un acentuado deterioro, nada deseable porque la competencia por la presidencia será muy reñida. Luego entonces, la candidata de Morena debe tener mano en ese asunto, pues no puede permitirse iniciar la precampaña con un descalabro en su propio partido, de allí la percepción sobre que será García Hartfuch el candidato a la Jefatura de Gobierno de la CDMX. Porque, como sea, quien tiene el bastón de mando debe acompañarse con la autoridad suficiente para ejercitarlo, si resulta lo contrario “mal comienza la semana para quien ahorcan en lunes”.

Viene a cuento el episodio de las candidaturas de Veracruz al senado para la elección de 1970, cuando una de las dos candidaturas en juego ya estaba reservada para el líder nacional del Sindicato de Petroleros, Samuel Terrazas Zozaya, la otra la gestionó el gobernador Murillo Vidal,  pese a fuerte resistencia en la elite priista, para el profesor Rafael Arreola Molina, presidente del PRI estatal. Una llamada del Secretario de Gobernación Mario Moya Palencia fue para plantear una alternativa diferente, pero el gobernador se mostró firme en su decisión en base al argumento de que la opinión ciudadana percibiría debilidad política si al gobernador no le alcanzaba para sostener su propuesta. Rafael Arriola fue el candidato al senado y ganó la elección, pero cuando aún no se discutía su caso en el Colegio electoral del Senado, en entrevista periodística expresó que la Federación era “un pulpo” que monopolizaba las ganancias del petróleo con poco provecho para los estados, la respuesta de la cúpula gobernante fue devastadora, en la tónica del presidente Díaz Ordaz: el Colegio Electoral votó por dejar en suspenso el caso de la elección de Arriola Molina, es decir fue “congelado” y no ocupó su escaño, por tal motivo Veracruz solo tuvo un escaño en el Senado durante el periodo 1970-1976, el ocupado por Terrazas Zozaya, por cierto, michoacano de origen.