En estos días he recibido una serie de quejas por parte de los jóvenes, refiriéndose al comportamiento de algunos profesores. Al preguntarles sobre el maestro del cual se quejan, advertí, una vez más, que el enseñar no es para todos. Los inconformes señalan que reconocen que los referidos docentes tienen lecturas, pero que no poseen la vocación necesaria para impartir la enseñanza.
En una ocasión escribí que es común que muchos quienes imparten clase de cualquier nivel escolar, pero de modo particular a nivel universitario, lo hacen no por convicción o por tener una vocación profesional, sino obligados por la supervivencia, o porque desean presumir que son académicos en la universidad. Sé que hay una buena cantidad de libros que son verdaderos tratados sobre la educación y que han llegado a convertirse en referentes ineludibles sobre este arte; sin embargo, no se los puedo proponer a profesores quienes no tienen esa vocación de comprender a los jóvenes, lo cual no es nada sencillo para quienes carecen de ese principio natural.
Jean-Jacques Rousseau fue personaje que tuvo una vida caótica, padre que abandonó a su familia y sobre todo a su hijo Emilio. Al margen de ello, escribe un libro con el cual trata de reivindicarse muy a su estilo. Emilio, o de la Educación es un texto de más de setecientas cuartillas, pero está tan bien escrito que no representa ningún obstáculo para comprender la grandeza y las enseñanzas de la obra, pues ilustra los planteamientos intelectuales del enciclopedista francés con un enfoque académico.
Quizás a muchos no les agrade el contenido, pero desde que lo leí en la licenciatura de ciencia política, recomendado por uno de mis maestros, me ayudó de gran manera a mi formación profesional, pues mi vocación es la de dar clases a los jóvenes de licenciatura, y puedo asegurar que jamás he tenido contratiempos con los alumnos.
Particularmente importantes de recordar son estas palabras: A las plantas las endereza el cultivo, y a los hombres la educación, donde la educación es un arte, de ahí lo difícil de estar al frente de un grupo, de un maestro que no tenga la legitimidad de sus alumnos. Y cuando no es así, vienen las amenazas de reprobarlos si no atienden, o el día del examen hasta disfrutan verlos sufrir.
Si bien en este Nuevo Proyecto de Nación hemos hecho especial énfasis en la formación integral de los jóvenes, con propuestas como la Nueva Escuela Mexicana de enseñanza, la cual por cierto muchos empiezan a tergiversar, en El Colegio de Veracruz desde hace tres años hemos venido cumpliendo a cabalidad con tales formulaciones. Desde la política de cero rechazados, una educación integral, el no dejar al alumno únicamente en las aulas, con planes de estudio y programas con materias optativas, que van desde la cultura, el canto, teatro y la música, se ha procurado fortalecer los aspectos esenciales que nutren el espíritu e intelecto humanos.
De ahí la necesidad de que los profesores de El Colegio de Veracruz nos ayuden a lograr una verdadera educación, forjar una buena instrucción fincada en el compromiso de fungir en tanto verdaderos preceptores. En caso de que no les guste o no puedan realizar semejante encomienda, desistan de esta noble labor, pues no queremos que los discípulos vean al maestro como un azote perturbador.