La corrupción forma parte de la medula social mexicana por tal motivo no pocos presidentes de la república han utilizado el tema ofreciendo combatir esa grave patología den México; el ex presidente Peña Nieto la clasificó como un asunto de índole cultural, suscitando un alud de críticas de parte de sus malquerientes que en contraste opinan que la corrupción es susceptible de ser abatida contando con la voluntad de la autoridad para combatirla. Así lo concibe el actual presidente a juzgar por su ofrecimiento de campaña de barrer la corrupción desde arriba hacia abajo, “como se barren las escaleras”, de esa forma, “al no haber corrupción arriba…” se acaba la de abajo. Desafortunadamente en cinco años de gobierno es manifiesto que la corrupción no ha cedido un ápice, por el contrario su crecimiento es palpable como lo comprueba la aparición de nuevas formas para extorsionar “legalmente” a la población.
En Veracruz, cuando la ciudadanía se queja de haber sido víctima de abuso por alguna autoridad, la respuesta oficial invita a denunciar el hecho, sin embargo casos como el de las grúas en las principales ciudades de la entidad es evidente el quebranto económico de quienes por alguna razón sufren el levantamiento de su unidad por una grúa, que siendo negocio particular, el gobierno, o mejor, los veracruzanos, pagamos un agente de tránsito que “sanciona” como legal el levantamiento de la unidad automotora supuestamente estacionada en lugar prohibido. La infracción correspondiente establecida en el reglamento de tránsito es mínima si se le compara con el pago por el “arrastre” de la grúa y la estancia en el corralón. Es un escándalo de mayúsculas proporciones ese procedimiento de extorsión, o para decirlo con todas su letras un robo en despoblado a una población impotente porque sus fundadas quejas no encuentran eco entre quienes tienen la obligación de escuchar y proceder, por increíble que parezca. De esto las autoridades tienen pleno conocimiento, las denuncias no son inducidas “por motivos electorales” ni por animadversión hacia el gobierno, es un hecho públicamente constatado, negarlo bordaría en la inocencia o el cinismo. Otro caso de actualidad es la denuncia de la Coparmex de Xalapa contra Sergio Rodríguez, Procurador del Medio Ambiente en el gobierno estatal, a quien acusan de imponer multas de elevado monto. Aunque en ese ramo la denuncia parece como llover sobre mojado, en este caso llegó a oídos del presidente López Obrador quien de inmediato instruyó a la Secretaria del Medio Ambiente a realizar la investigación correspondiente porque “no se vale cobrar multas con fines de corrupción. Ignoramos la consistencia de las pruebas en contra del señor Rodríguez, en cambio sí estamos enterados que su trayectoria como “servidor” público no ha estado exenta de ese tipo de imputaciones. Imaginar un mundo sin corrupción sería incurrir en pensamiento utópico, pero la única forma de menguar su impulso radica en la denuncia ciudadana porque es la única forma de contribuir a la lucha contra la corrupción, ese monstruo de mil cabezas a cuyo crecimiento no solo las autoridades sino la sociedad civil alimentan día a día. Cuitláhuac no es corrupto, asegura el presidente López Obrador, quizás está en lo cierto, pero ese no es el punto porque una golondrina no hace verano.