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La política, un juego muy rudo

Por Alfredo Bielma Villanueva

Por definición, política y gobierno no son una ni la misma cosa, sin embargo el vínculo entre ambas es insoslayable e indisoluble porque no se concibe uno sin la otra. No obstante, gobernar implica la responsabilidad de cumplirle a la población lo que políticamente se le ofreció y éticamente debe cumplirse precisamente a partir de políticas públicas. Casi al inicio de su gestión el presidente López Obrador declaró que “después de todo” gobernar no resultaba una ciencia, pero ya casi para finalizar su periodo debe haber cambiado de opinión debido a la evidente dificultad para combinar la magnificencia de sus obras emblemáticas con su potencial beneficio, porque en la administración de cualquier tipo-pública o privada- la relación costo- beneficio es ecuación prioritaria. En la evaluación del actual gobierno estarán en la balanza la interrupción de las obras del aeropuerto de Texcoco, los beneficios que hubiera acarreado, su rentabilidad, el tiempo de recuperación de lo invertido, contrastándolo con lo ofrecido por el Aeropuerto Felipe Ángeles, que de ninguna manera alcanza para sustituir al Benito Juárez como sí lo hubiera sido con el de Texcoco. También la desaparición del Seguro Popular para instalar el INSABI, de tan efímera existencia que ni fu ni fa, o más bien fu sería posible argumentar en su favor. De igual manera será importante conocer el impacto del Tren Maya sobre la economía regional, su rentabilidad y que no gravite sobre el presupuesto federal. Dos Bocas es caso paradigmático, una típico ejemplo de cómo la obra pública en México siempre resulta acentuadamente desfasada entre lo originalmente proyectado y el producto final; la Estela de Luz, calificada como un monumento a la corrupción por su elevado costo y desfase cronológico, y qué decir de la construcción de la actual sede del Senado de la república, cuya opacidad está íntimamente vinculada a la enorme impunidad prevaleciente en nuestro sistema de justicia. Desde todo este enfoque quizás pudiéramos agregar  “la política es ruda, pero muy lucrativa”.

Pero nos desviamos del tema, porque la intención original consiste en referir que quien milita en política, si tiene cola larga (que en el caso de la política a la mexicana es lugar común), y está en la condición de opositor, debe conducirse con sutil prudencia ante el poder, pues es de condición muy vulnerable, tal cual podría ser el caso del famoso “Alito” y muchos de quienes formaron la nomenclatura priista y hasta ahora permanecen calladitos para no ser descabezados: Beltrones, Gamboa Patrón, entre muchos otros. Pero cuando se está disputando la permanencia en el poder  no importa chipote con sangre pues tengan o no bases las embestidas contra quien o quienes amenacen ese usufructo del poder las embestidas serán rudas, así lo podemos advertir ahora que Xóchitl Gálvez se ha posicionado como una potencial amenaza electoral, ya le disputan su origen indígena, poco falta para declararla hija de inmigrantes alienígenas y hasta amenazas de quemarle su casa ha recibido. No por risible deja de ser grave este caso, porque la violencia de los embates genera mayor encono y rebasa los límites tolerables en una democracia participativa como al menos teóricamente hemos conseguido con la incorporación constitucional de la Consulta Popular y el Referéndum. No falta quien atribuye a esas fuertes embestidas la calidad de “maquiavélicas”, otra gran distorsión histórica al convertir a quien sentó las bases de la Ciencia Política en un agente amoral capaz de degollar y engullir a sus oponentes. Bien se dice que entre el mito y la historia está la política.