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La política y la obra pública

Por Alfredo Bielma Villanueva

La ciudad de Xalapa urbanísticamente es una de las más retrasadas en el concierto de las 32 ciudades capitales en el país, Tlaxcala, Villahermosa, Oaxaca, Tuxtla Gutiérrez, Ciudad Victoria, Pachuca, Puebla, para solo enumerar las más circundantes y en el sur de la república, muestran mejores vialidades que la capital de Veracruz, ni duda cabe. Es explicable si hacemos memoria acerca de cuál es la vialidad vehicular recientemente inaugurada, el lapso es largo y en sentido contrario desde esa ocasión a la actualidad es considerablemente elevado el número de automotores incorporados a las calles, así podremos entender una de las causas de la complicada movilidad urbana en esta bella ciudad. Obvio es decir que por ese contexto la calidad de vida del xalapeño ha sufrido considerable mengua. En este espacio ya hemos hecho recuento de cuándo fueron trazadas y pavimentadas las arterias viales más anchas de esta ciudad que con el correr del tiempo se asemeja más a un enorme estacionamiento que al otrora solaz citadino con aroma que huele a jazmín, flor de azahar y a café.

Aún se recuerda la sabia recomendación del gobernador Rafael Murillo Vidal (1968-1974) acerca de la imperativa impronta que todo gobernador debe dejar en Xalapa, no solo por bella sino por ser la sede del gobierno estatal. Congruente con su dicho, el gobierno murillovidalista dejó fiel constancia de su paso por Palacio de Gobierno a través de obra pública para beneficio colectivo. También lo hicieron gobiernos subsecuentes, con destacado acento Agustín Acosta Lagunes cuyo proyecto visionario y de largo alcance fue frustrado por la avaricia de algunos propietarios de lotes aledaños al trazo de lo que hubiera sido el periférico norte, que partiría de Las Trancas hasta Banderilla, porque súbitamente elevaron el precio del metro cuadrado de sus lotes y no de acuerdo con ese abuso el gobernador Acosta Lagunes decidió invertir el presupuesto asignado a ese proyecto en una gran obra de gran calado: ensanchó a las dimensiones actuales la avenida Lázaro Cárdenas y la prolongó con la misma anchura hasta el Lencero, Xalapa se ha tardado en reconocérselo. Miguel Alemán anunció una Ciudad Administrativa pero desistió debido al súbito encarecimiento de los terrenos donde potencialmente se instalaría lo que hubiera atraído el crecimiento de la ciudad hacia ese punto; construyó el Puente frente a la Plaza Ánimas, y el Puente sobre Maestros Veracruzanos en 20 de Noviembre. Fidel Herrera, el Distribuidor Vial de Las Trancas, el Puente Bicentenario, el Puente de Rebramen, Ahued, alcalde, construyó el Puente sobre Murillo Vidal, etc.

Ahora mismo se vive en Xalapa una gran polémica provocada por el derribamiento de árboles para la construcción de un Puente de casi medio kilómetro para aliviar el pesado tráfico en Lázaro Cárdenas; lo sorprendente de esa controversia radica en que el centro de la discusión son los árboles talados que, sin restarle importancia al hecho, eran menos notables que las enormes araucarias derribadas para construir el Puente Bicentenario. ¿Por qué nadie protestó en aquel caso y ahora sí? Según se ve existen fallas en la información, y es muy notable la ausencia de negociación y de diálogo. Porque ahora en el centro de la discusión no está en tela de juicio la utilidad de la obra, que sin duda será de gran provecho, sino los árboles defenestrados. La obra ya cuenta con presupuesto asignado, se va a construir, pero ¿qué necesidad hubo para despertar la protesta ciudadana y dejar un fuerte tufo a menosprecio de la opinión pública? El poder es temporal, no es ni inmanente ni inherente a quienes eventualmente lo ejercen, el arte del buen gobierno radica en aprovechar la oportunidad para con el poder hacer el bien a la comunidad, tal es sabia virtud, lamentablemente no todos la entienden.