CAMALEÓN
“El poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”, dice un muy añoso adagio surgido de la experiencia humana a través de los tiempos, y es muy avistable en nuestro contexto sociopolítico; obviamente, tal fenómeno es concomitante con el grado de desarrollo social y político. Si observamos en retrospectiva nuestra evolución política podemos vislumbrar la forma en cómo se articulaban las sucesiones gubernamentales en nuestro país en la segunda mitad del siglo XX: entonces se decía que el presidente entrante pensaba en quien pudiera sucederlo a partir del nombramiento de sus colaboradores, y a su vez la opinión pública centraba su atención en el titular de la Secretaría de Gobernación, la Secretaría Política por excelencia. Existían antecedentes que lo explicaban porque de esa dependencia habían salido a la candidatura presidencial Miguel Alemán Valdés, Adolfo Ruiz Cortines, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez. Desde esos tiempos hasta Salinas de Gortari se hizo uso de la figura del “Tapado”, que servía para designar a quien el presidente “destaparía” como candidato del PRI a la presidencia y su hegemonía electoral permitía deducir en automático que el candidato sería el presidente sucesor. La denominación de El Tapado se debe al ingenio del caricaturista Abel Quezada, quien en 1956 publicó un cartón en el cual aparecía la figura de un hombre bien trajeado con la cabeza cubierta con una capucha, cuando se daba a conocer el nombre de quien sería el candidato presidencial del PRI, entonces se hablaba del “Destape”. El evento no carecía de solemnidad, pues se acompañaba de un ritual partidista bien estructurado, con respetuoso seguimiento a un procedimiento gracias a cuya vigencia las sucesiones gubernamentales se hicieron de manera pacífica, aunque no exentas de episodios turbulentos, como el de 1952 cuando el general Miguel Enríquez Guzmán hizo fuerte oposición al PRI, pues siendo candidato de la Federación de Partidos del Pueblo participó con tan apasionado afán que en la protesta poselectoral hubieron varios muertos. El tapadismo perdió vigencia cuando en 2000 Zedillo impuso abiertamente la candidatura de Francisco Labastida Ochoa, quien perdió la elección presidencial ante el candidato del PAN, Vicente Fox. En los actuales tiempos se habla de “Corcholatas”, una expresión poco amable y hasta irrespetuosa hacia quienes personifican la aspiración de quienes buscan la candidatura de Morena a la presidencia de México, cosa de los tiempos, también del estilo de quien en un régimen presidencialista encuentra la facultad metaconstitucional de escoger a quien, en caso de ganar la elección en 2024, tomaría el bastón de mando, y a su vez entrará en el proceso de su correspondiente metamorfosis. Todo s esos procesos confirman lo que vox populi señala: “El Tapado” (o “La Corcholata”) es uno (a), el candidato, es otro y el presidente ya no se parece ni es igual a ninguno de esas dos condiciones, porque todo cambia y se transforma.