CAMALEON
Ayer se hizo otra marcha, ésta en defensa de la SCJN, las previas se organizaron para enfatizar que “el INE no se toca” y en defensa del Instituto Nacional de Acceso a la Información, pero finalmente el INE si se tocó y el INAI yace inane porque no reúne el quorum necesario para sesionar. Ya antes hubo expresiones públicas en alabanza al dictamen de la Suprema Corte por haber votado en contra del Plan B electoral auspiciado por el gobierno. Respecto a esto último en alguna ocasión externamos nuestra extrañeza respecto a esas expresiones laudatorias porque a nuestro juicio los magistrados simplemente interpretaron el espíritu de la Constitución inserto en su apartado relativo a la materia electoral. Una actitud contraria a su función de impartir justicia equivale atribuirle a su determinación un sentido faccioso, de inspiración política, y muy lejos están de esto último. Pero, entonces ¿por qué las marchas y plantones? La respuesta se evidencia en nuestra realidad política nacional y está materializada en la polarización prevaleciente en el medio político de este país, no se explica de otra manera, porque pese a las protestas el INE ya no es el mismo de hace dos meses, y ahora se antoja vulnerable a la influencias externas poniendo en riesgo su esencial índole de órgano autónomo. Todavía más, en la lógica de suponer que con sus dictámenes la SCJN «defiende» la democracia en México ¿cuál sería la reacción de la opinión pública si en apego a una impecable y certera hermenéutica jurídica dictamina a favor de alguna propuesta de ley formulada desde el gobierno? En esa hipotética circunstancia, debido a las visiones encontradas no se duda que se levantarían voces aduciendo que los magistrados “ya se vendieron” o al menos que sucumbieron frente al arrollador empuje de la autoridad política. Ese escenario demuestra, una vez más el enojo social que impera en México, el mismo que llevó a AMLO a la presidencia y la polarización se alimenta día a día del insumo de la descalificación de unos contra otros. En cuanto a las marchas en favor o en contra de una acción de gobierno, siempre serán bienvenidas, porque son reveladoras de una ciudadanía despierta, en vías de madurar, presta a reaccionar contra lo que considera nocivo para la convivencia social y, por otro lado, se manifiesta por sí porque no se siente respaldada por partidos políticos ausentes y “representantes populares” ayunos de poder de convocatoria.