Columnistas

La sociedad que somos

Por José Antonio Medina Aguilar

PIENSO, LUEGO ESCRIBO

Por Akiles Boy*

Este mundo vive una intensa temporada de debates, sin hacer alusión a los que se realizan como un ejercicio democrático en los tiempos electorales, estamos hablando de las frecuentes controversias, que se escenifican en la familia, en el trabajo o en los centros educativos, Las redes sociales han contribuido al aumento de la frecuencia y animosidad para expresar opiniones,  posiciones, acuerdos o desacuerdos sobre determinados tópicos o acontecimientos.

Lo anterior, aplica en el deporte, en la política, en la economía, en el arte y en lo que se les ocurra. Disentir se ha vuelto una práctica tan común que ahora la aceptamos como una realidad cotidiana en las sociedades plurales y democráticas. Sin embargo, discutir o debatir no tiene que  conducirnos obligadamente a la polarización, y menos al conflicto que fractura o lesiona a las instituciones y al tejido social, lo que resulta absolutamente inadmisible.

En los grupos y sociedades de la tercera década del siglo XXI, aparecen continuas confrontaciones que son naturales en el proceso de evolución. Las condiciones actuales, obligan a los gobiernos, a las instituciones y a los ciudadanos a hacer más y mejores esfuerzos de adaptación. Cada sociedad al asumirse como diversa y plural, acepta los desafíos de la disidencia, de la oposición y de la resistencia, con tal de lograr acuerdos y avances en un ambiente de tolerancia y unidad.

La mexicana, una sociedad con diversidad racial, cultural, religiosa, política y económica, debe insertarse en el conjunto de sociedades plurales y  democráticas, que garanticen a todos el libre ejercicio de derechos en un ambiente de distensión y legalidad, atendiendo a los principios de justicia social y bien común. En ese sentido, fortalecer la vida democrática, el estado de derecho y los valores éticos y morales es una tarea inaplazable.

Los mexicanos hemos llegado al hartazgo de la crítica foránea, saturada de estereotipos anticuados, grotescos y fuera de contexto, así como la discordancia local que festejan las cotidianas escenas, reales y ficticias, de la catástrofe nacional, cuando nos señalan como la sociedad del caos, de la violencia, de la corrupción, de los crónicos contrastes y rezagos, que delatan a los países pobres y atrasados, aunque seamos de los alumnos más adelantados de Latinoamérica.

Tampoco es retórica inútil, decir que los mexicanos, como cualquier terrestre, tienen ambiciones y aspiraciones, y en consecuencia, un legítimo  deseo individual y colectivo de crecimiento y desarrollo. Prodigarse el bienestar no es asunto de frivolidad, es un impulso o necesidad natural del ser humano. ¿Quién ha dicho que no le gusta la buena vida?

Es inaceptable, que este País sea una permanente arena de disputas estériles, de desencuentros caprichosos, de desavenencias surgidas por la pasión y la ambición de poder. Siempre será más fácil y productivo, seguir por la vía de la empatía, la solidaridad y la armonía social. A nadie sirve un entorno hostil, donde prevalezcan los debates absurdos, insustanciales,  y los conflictos que polaricen, dividan a los mexicanos y nos alejen de las prioridades y las metas comunes del pueblo. Hasta la próxima.  

In memoriam de Lucina García Elizondo, ser bueno y de luz, que nos diera lecciones de humanismo y fraternidad.

26 de mayo de 2023

*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.

*Miembro de la Red de Escritores por el Arte y la Literatura, A.C.