Columnistas

70 años en escena sin un escenario propio

Por Sabino Cruz V.

Hace un par de días mi maestro en el arte de la danza y la vida, Alejandro Schwartz, me comparte un bien documentado texto sobre “el Teatro del Estado y los espacios teatrales en Xalapa y el estado de Veracruz”. Documento apoyado, en parte en investigaciones realizadas por estudiosos de los espacios escénicos, pero principalmente en la experiencia de más de cincuenta años en los escenarios veracruzanos y del país.

Esto viene a cuenta porque en el desfile del primero de mayo del año que corre, los integrantes de la Compañía Titular de Teatro de la Universidad Veracruzana [cada vez que leo esto de Titular me pregunto cuál o cuáles no son titular(es)], con pancarta en mano ¿denuncian, exigen, demandan? que llevan “70 años en escena sin un escenario propio”. Lo cual me mueve a plantear algunas preguntas.

Consciente que esto me generará aún más malquerencias, tirria, encono y demás minucias que guarda el Alma, lanzo la espada al escenario, atento de ver quien va por ella. Lo primero que me vino a la mente al leer la proclama de los matlachines (disfrazados) actores universitarios, fue las siguientes preguntas: 1) ¿Las puestas en escena que periódicamente realizan son representativas del Teatro Universitario, y decir universitario, hago referencia a universal?; 2) ¿Cuál es su contribución a la cultura teatral de la ciudad capital de los veracruzanos?; 3) ¿En estos 70 años, en qué medida han contribuido a la formación de público?; ¿En este momento son un referente del arte escénico a nivel local, estatal, nacional e internacional?

Ya entrado en esto de los cuestionamientos, y casi seguro que empieza el levantadero de cejas, con todo y desfiguración de rostro, pregunto, apoyado en el texto de mi maestro Schwartz arriba mencionado, ¿la producción escénica que se produce en Xalapa, incluido a los no subsidiados, también llamados “independientes”, justifica la construcción de un teatro?; ¿en verdad consideran que lo que hacen, es un bálsamo para el alma, un oasis para exfoliar los pecados del hombre y la mujer, una astilla para salir bien librado del océano de las pasiones; o en el mejor de los casos, un espacio para el enajenamientos por unos minutos?

Miren que estamos hablando de un adulto mayor de más de sesenta años, lo cual quiere decir que se las sabe de todas todas, pues ha visto pasar delante de sus ojos gran parte de la vida teatral de la ciudad. Así que mejor pongámonos serios y reflexionemos si el espacio que demandan resolverá el estado en que se encuentra el teatro que ustedes representan, el que los no subsidiados realizan y el que se hace por todo Veracruz; en un acto de contrición confiesen si su hacer o sea la actuación, y en algunos casos la enseñanza, cubre demandas de tipo social, cultural, política, ideológica, identitaria, e incluso económica. ¿Se consideran merecedores de un Centro Cultural como el que tiene la Orquesta Sinfónica de Xalapa?

No está demás señalar que me mueve el amor, gusto y pasión que le tengo al Teatro, sus haceres y hacedores. Pero si la confesión de partes no es suficiente, les invito a que organicemos foros, mesas de debates, coloquios, seminarios, etcétera, para que el dinosaurio no siga estando allí, en el mismo lugar, con la misma gente, haciendo lo mismo y con los mismos.

Termino parafraseando a mi multicitado maestro que dice en el texto que la tragedia del Teatro del Estado comenzó el 29 de noviembre de 1962 cuando el gobierno del estado entrega su administración a la Universidad Veracruzana, pero que años más tarde lo tuvo que devolver “por no tener los recursos suficientes para mantener[lo]; a lo que agrego que la tragedia, rayando en desgracia aguda, fue la entrega al Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC) quien lo mantiene en un estado más que deplorable, y con poca claridad del manejo de los recursos que ingresan por arrendamiento. Amén que la Sala Chica sigue esperando la anhelada apertura.