Es urgente romper la barrera que obliga y separa el lenguaje teórico de la vida cotidiana.
Se ha hablado mucho de que tanto el lenguaje hablado como escrito se ha reducido cada día más, es una tendencia que los mismos teóricos de todas las áreas del conocimiento han advertido. La destrucción y el manoseo de las categorías de la ciencia política determinan en gran medida que el zoon politikon o animal político termine siendo vulnerado en su concepción fundamental, pues es el único que se vale del lenguaje para construir el mundo.
Dicha tendencia, que viene desde la modernidad, se ha recrudecido al grado de que toma un cauce preponderantemente lesivo debido a la injerencia omnipresente de los medios de información, los profesores de cualquier nivel de enseñanza, quienes abogan por una simplificación de sus conceptos, lo cual impacta de manera negativa en la mayoría de la población. Tal propensión al reduccionismo puede tener más de una causa primera, de ahí lo difícil de explicar y de hacer entender al lector el grado de complejidad de referido asunto. Solo expondré algunos ejemplos con la única pretensión de tener una noción clara de lo que se pretende.
Ahora pareciera que sólo hay blanco o negro, no se discuten más colores; se es bueno o perverso, no hay términos medios; se es rico o pobre; las clases sociales son alta, media o baja, no hay más; en la interpretación del marxismo, se es burgués o proletario. Se olvidan de un sinnúmero de clases sociales que existen; lo mismo sucede en la visión de los economistas que señalan que se es capitalista o socialista.
Pero lo más terrible de todo ello es escuchar la repetición ad nauseam de que la democracia es una forma de gobierno o autoridad. Esta interpretación no es casual, pues se dio después que el imperialismo angloamericano obligara al mundo a aceptar su definición de democracia, sobre todo en los países dependientes o sin desarrollo. Así, para los dueños del dinero mundial, un país democrático es todo aquel gobierno que tenga un proceso electoral en el que existan por lo menos dos partidos; de no ser así, esa nación no es democrática y por tanto será excluida de todo apoyo político económico e incluso con el riesgo de ser invadido.
De acuerdo con los sabios griegos, la democracia es la más manipulable forma de gobernar. La palabra “democracia” está constituida por la pseudodesinencia cracia, procedente del sustantivo cratos, poder, y que designa a la forma política donde todos son iguales y se les da un trato igual a todas las clases sociales. La pregunta que inmediatamente salta a la vista es: ¿acaso no es perverso eliminar a los no iguales? De forma curiosa, los únicos que aceptan lo anterior son precisamente los hombres y mujeres de esencia democrática, que por cierto son muchos. Sin embargo, los descriptivistas exaltan tales acciones, pues reducir o simplificar es parte del subjetivismo que ellos manejan muy bien.
Para ellos sólo existe la forma de gobierno democrática, olvidándose de que existen más; se olvidan, por ejemplo, de la monarquía de realeza, de la aristocracia, de la república, de la tiranía y de la oligarquía, así como sus mixturas. Sin duda, se ha llegado a un análisis cuyas dimensiones no son exactas. Es tarea de los hombres que manejan la ciencia política mostrar los orígenes de estas formas de autoridad de manera objetiva.