CAMALEÓN
Durante la larga hegemonía priista, al alborear el quinto año en la administración pública y en la política iniciaba el tiempo de la inauguración de obras y la limpieza de la casa porque a fines de ese año el presidente decidiría el nombre de su sucesor revestido como candidato del PRI a la presidencia de México. Una vez “destapado” el nuevo vigía sobrevenía “la cargada” de políticos ávidos de engancharse al nuevo carro, porque cada seis años se producía una alternancia de grupos en el poder. Prevalecía entonces el clásico “sistema de botín” (Spoil System), porque quien llegaba a la presidencia acomodaba a sus más allegados en puestos claves de la administración pública, en el Poder Legislativo y en el Judicial, todo era para el vencedor. Ese método no fue exclusivo del PRI porque igual, matices de por medio, hicieron Fox y Calderón, del PAN, López Obrador no parece haber sido la excepción. Lo característico de ese procedimiento fue la forma pacífica del traslado del poder de un partido a otro, un genuino caso de transmisión democrática de la responsabilidad pública. Por obvias razones, (“no somos iguales”) debía suponerse que con López Obrador aquella metodología sufriría cambios sustantivos, no obstante, en el camino hemos podido observar una tendencia restauradora de procedimientos supuestamente ya superados, como la excesiva concentración de poder en la persona del presidente y el método para “elegir” sucesor, el “dedazo” ahora vestido de “consulta”. Ignoramos como le saldrá ese juego al presidente, porque fue exitoso en el PRI debido a la disciplina interna de ese partido, hasta que en 1987 la Corriente Crítica provocó la gran ruptura. Otros tiempos, otras circunstancias, porque ahora se antoja difícil replicar aquel esquema de “destape” de candidato “a la grande”, y MoReNa debido a su genealogía social está muy lejos del rigor de una disciplina partidista. En ese contexto, por ejemplo ¿Ebrard se mostrará conforme si se escenificara una competencia con dados cargados? Sin demérito de su experiencia y peso específico, no hablamos de Monreal porque su pragmatismo acomodaticio lo convierte en actor oportunista en esta escena y por tal motivo es imprevisible. Vale la interrogante ¿se percibe o no un declive del enorme poder concentrado en la persona del presidente? No, si lo vemos a través de la aceptación popular a su gobierno. Sin embargo, durante los primeros cuatro años, y en el curso del quinto, desde el gobierno se han detonado muchos cohetes, despertando la animadversión de quienes no comulgan con la inercia gubernamental, el impacto de aquellos torpedos ha lastimado muchas conciencias, incluso las adormiladas en los primeros años de gobierno, habrá que ver cómo se cobran cuando llegue la hora de recoger las varas. Ya transitamos por el quinto año del mandato presidencial de AMLO, por el enorme poder concentrado en su persona sigue siendo el eje sobre el cual gira todo el engranaje de gobierno, incluso el de la sucesión presidencial. Pero, debe subrayarse, que ahora mismo el presidente enfrenta una severa resistencia en el ámbito del Poder Judicial, aunado con factores de poder cuyo protagonismo oposicionista va a la alza, pues va acompañado de incontrastables signos como la acumulación de problemas, significativamente en materia de inseguridad pública, muy preocupante porque está dando margen a una mayor participación del vecino del norte, tal circunstancia añade problemas verdaderamente inoportunos. El crepúsculo está cerca, el ocaso es poéticamente bello en la naturaleza, no así en la política.