Abrriendo Brecha
México se encuentra en un momento estelar de su historia. Bajo una concepción distinta en la manera de gobernar en más de tres décadas, se observan situaciones muy diferentes, a los que ya había una mala costumbre o una manera de interpretar la realidad.
Creo que es muy aleccionador que nos encontremos en un momento donde hay una mecánica muy novedosa. Vayamos hacia lo concreto: en los principios del gobierno de Vicente Fox (2000-2006) anunció que era una muy buena noticia la venta de Banamex.
Eran los tiempos que Roberto Hernández estaba vendiendo una institución bancaria a una entidad extranjera y lo hacía con exención total de impuestos. El Estado perdía una contribución que era necesaria para el erario, sin considerar también que no era de lo más conveniente que se vendiese un banco en un área tan estratégica que es la financiera.
En los 90, bajo la presidencia de Carlos Salinas y luego Zedillo, el Estado se guió bajo un concepto neoliberral de vender todo tipo de entidades, aun cuando hubiese una riesgo a la seguridad misma del país.
Lo que ocurrió con Fox era simplemente una continuación de la política entreguista hacia los extranjeros, sin otorgar la mínima importancia a las cuestiones de soberanía, que desde la visión del neoporfirismo, no tiene la menor importancia.
Este lapso de respiración que ahora ha tenido el país, luego de una larga noche que se acentuó en gran medida sobre el perjuicio a grandes sectores de la población, llevó a un elevado deterioro económico.
Ahora son tiempos de una fuerte confrontación ideológica. Hay una intensa y extensa propangada que no tiene pies ni cabeza. Se escuchan todo tipo de expresiones, algunas de ellas sin el mínimo sustento y que más bien insultan a la inteligencia elemental.
Cuando se inaugura el Consenso de Washigton en nuestro país, con la desafortunada llegada al poder de Carlos Salinas, se aplica con toda la crudeza una serie de políticas que tenían el propósito de debilitar al Estado en su máxima expresión.
La intención era eliminar gradualmente las entidades de gobierno a través de políticas privatizadoras. En el fondo se buscaba la concentración del poder en unas cuentas manos y que el poder económico se conviertiera en el factor de dominación.
En esa política no cabían las necesidades de los obreros, trabajadores, campesinos ni clases medias. Sino simplemente era la más elemental necesidad de concentrar toda una política donde se privilgiaba al sector más poderoso.
El Estado, en consecuencia, tenía que ser cada vez más nimio y servir solamente a los grandes intereses capitalistas. La máxima expresión del capitalismo salvaje donde no tiene cabida la conciencia ni la atención a las clases más desprotegidas.
En esa venta de servicios se encontraba todo tipo de circunstancias: La educación, la salud, la energía, por ejemplo. Todo tenía que ser motivo de compra y venta, donde las leyes del mercado se manifestasen en todo su esplendor.
Las consecuencias inherentes a estas políticas, sin ser muy predictivo, es precisamente llevar hacia niveles más precrarizados a la sociedad y comunidad en general. Por eso es que había menores oportunidades para estudiar en instituciones públicas; las instituciones de salud, con atenciones cada día más deficientes, servicios públicos con mayor costo para los contribuyentes.
Se había llegado al extremo vergonzoso de poner a la venta el recurso natural del hidrocarburo, a pesar del ideario del Constituyente de 1917, con lo que se preparaba ya una andanada sin límites en contra del pueblo mexicano.
Todo esto llevó, finalmente, que la mayoría electoral se volcase a las urnas en la búsqueda de otra opción. No importaba sí se llamaba Manuel, o Pedro, sino cambiar un sistema que cada día deterioraba el presente y el futuro de un país.
Ahora, resulta más sospechoso que nunca haya expresiones de que gobierna un demente, que vamos al desastre, que todo está mal. Son solo expresiones de desesperación, sin el debido sustento y que no se mueven más que por el interés de grupos hegemónicos.
Hay un cambio muy evidente en México. Existe una nueva visión en la tarea gubernamental, se ha visto con indulgencia por vez primera al pueblo después de mucho tiempo, la política exterior ha recuperado la dignidad que habían votado por la borda los gobiernos neoliberales, se participa en auxilio de países en desgracia como ahorra ocurre con Turquía y Siria, al grado que el gobierno mexicano ha contribuidoi con 6 millones de dólares a través de la ONU.
Cierto, hay muchas fallas. No todo es perfecto, porque la sociedad en si es perfectible. Llegó un gobierno que se preocupó en el rescate de empresas tan importantes como Pemex y la CFE que estaban destinadas a su extinción y al mejor postor, Cómo imaginar el tipo de país que ibamos con ese desastre, éste sí, que se estaba fraguando desde el exterior y con la complicidad de nuestros propios gobernantes, desleales a nuestro propio pueblo.
Sin una empresa paraestatal, qué hubiese pasado con las facturas eléctricas en manos de empresas privadas extranjeras. Sólo hay que ver la tragedia que vive Espana bajo la codicia de Iberdrola que cada mes les incrementa sus facturas sin pudor alguno. Los pobres espanoles tienen que levantarse a la madrugada para planchar y evadir las elevadas tarifas en determinadas horas.
Todo es cuestión de enfoques. Hay que analizar muy bien la información antes de desperdigarla. Estamos en épocas de desinformación, circula mucha basura maliciosa y no todo lo que se publica es veraz.
Vivimos tiempos de Goebbels, donde una mentira repetida varias veces, puede con vertirse en verdad.
¡Y hasta la próxima!