ESPACIO CIUDADANO
PRELUDIO
Diálogo de Van Gogh, joven (V.G.), con un especialista en artes gráficas (Maestro):
Maestro – ¿estudió dibujo, joven?, toma usted medidas?
V.G. – No sé nada de todo eso. Nunca he tomado una sola lección. Creía que no había más que dibujar.
Maestro – No joven, hay que aprender la técnica elemental primero y luego el dibujo viene paulatinamente. Le indicaré qué está mal en este dibujo de mujer que hizo.
Tomó la regla el preceptor, encuadró la cabeza y el cuerpo en la figura, le enseñó al muchacho la falta de proporción que existía entre una y el otro.
Esa figura suya no está mal, Vincent. El dibujo es pésimo, los valores equivocados, pero ese bosquejo tiene algo. Algo que Ud. ha sabido captar.
V.G.- Yo sólo la dibujé tal como la vi.
Maestro – Admito que su dibujo me gusta, sin embargo en el primer momento la encontré horrible. Esa figura dice algo, podría jurar que he visto esa mujer.
V.G. – Tal vez la haya visto en el pueblo, indicó Vincent con sencillez.
Maestro – Ese algo que usted ha sabido captar es el espíritu de la mujer de un minero y eso es más importante que el dibujo correcto.
V.G. – Un tanto turbado sólo agradeció el comentario: gracias Maestro, después le daré otros trabajos.
Maestro – Vincent, ¿me podría obsequiar este dibujo?; me agradaría tenerlo, colgado, en mi estudio.
En la pasada entrega de los premios Oscar 2018, hace 5 años, a las mejores películas realizadas recientemente se enlistaron cintas de renombre y de reconocimientos diversos, como Tres anuncios por un crimen, El hilo fantasma, Dunkirk, La forma del agua, The Post, Mudbound, En defensa propia, Extraordinario y otras más que fueron valoradas por la crítica especializada y nominadas para los diversos géneros o aspectos establecidos en la competencia. Entre todo ese tropel de esfuerzos creativos y de proyección mediática pasó casi inadvertido un largometraje compuesto por pinturas animadas que representa un homenaje al genio holandés impresionista que impactó con sus realizaciones y que sigue siendo un referente de la actividad plástica contemporánea. Lo interesante del film en cuestión (Loving Vincent o Cartas de Van Gogh) es que cada fotograma es un cuadro pintado sobre óleo; los 80 minutos de duración de la cinta están compuestos por 56,800 fotogramas que fueron confeccionados, uno a uno, por una gran cantidad de excelentes pintores a lo largo de varios años.
Todos los artistas convocados, admiradores del genio holandés, trataron de imitar el estilo, la forma y el uso de las brochas y pinceles; esos lienzos provienen de obras originales del homenajeado, como La noche estrellada y Terraza de café por la noche; en tal obra monumental participaron 95 pintores que realizaron 62,450 pinturas al óleo para el susodicho largometraje. Uno de los participantes y también organizador del proyecto manifestó que los enormes esfuerzos aportados en la obra pueden ser las razones de que sea la primera y última vez que se efectúe; para la realizadora Dorotea Kubiela (polaca) tal tarea titánica “es la culminación de un sueño”. Dorotea fue la persona que tuvo la idea original, después de releer las cartas de Vincent a su hermano Theo.
Ojalá algunos lectores tengan la oportunidad de ver ese material fílmico alusivo a uno de los máximos creadores gráficos que se desenvolvió en medio de incomprensiones y discrepancias, con el pleno apoyo de su consanguíneo Theo y el menosprecio hacia sus obras por parte de sus contemporáneos. En el largometraje se insertan facetas, tragedias e incertidumbres de Van Gogh, desde el arrebato de cortarse la oreja hasta el rompimiento de la amistad con su colega de actividades Paul Gauguin. A continuación adiciono datos sobre la vida y obra del genial Vincent, quien nació en un mágico espacio de los Países Bajos.
Vincent Van Gogh nació el 30 de marzo de 1853 en Groot Zundert, Holanda; su padre, un pastor protestante, lo encaminó hacia la actividad religiosa, lo cual no prosperó porque Vincent “descubre que es el arte y no la religión lo único que logra contener sus demonios internos.” Sus biógrafos indican que durante su compulsiva y adolorida existencia Van Gogh no fue estimulado positivamente por sus contemporáneos y que sus extraordinarias creaciones eran tomadas como aberraciones o como la resultante de la labor de un vulgar embadurnador de lienzos. Cuán lejos estaban de entender esos “conocedores” aherrojados en el pasado que ese pelirrojo alucinado sería considerado en el futuro como un revolucionario de la pintura mundial y que sus óleos se valorarían en cantidades estratosféricas, como ese singular autorretrato que en 1998, en una subasta neoyorquina, fue adquirido mediante el pago de más de 75 millones de dólares.
No obstante sus depresiones, sus frecuentes visitas al hospital psiquiátrico, así como su permanente sentimiento de soledad y fracaso, Vincent nunca dejó de pintar con intensidad. Hombre enloquecido por el color y con un exacerbado amor hacia los humildes y débiles, únicamente pudo vender uno de sus cuadros en 100 francos. En Arles, Francia, a las orillas del río Ródano, realizó sus mejores trabajos. Son característicos sus frutales, sus eriales y bodegones; también sus girasoles, sus viviendas sencillas y el autorretrato clásico, donde se significan sus ojos azules y esa su mirada insondable. Se suicida en 1890, recluído en un manicomio, a los 37 años de caótica supervivencia.
En la última carta a su hermano Theo, el atribulado artista holandés le enfatiza: “No soy inválido ni una bestia peligrosa. Déjame probarle a ti y a mí mismo, que soy un ser normal. Si puedo salir de este asilo con mis propias fuerzas y volver a iniciar una vida nueva en Auvers, tal vez pueda sobreponerme a mi enfermedad. Dame otra oportunidad. Lejos de esta casa de locos estoy seguro que volveré a ser de nuevo una persona sensata…”
ATENTAMENTE
PROFR. JORGE LARA DE LA FRAGA