A propósito de los contenidos pendientes de la 4ª T.
Crónicas Ausentes
Sigmund Freud en “Tótem y Tabú”, explicando la etiología de la religión nos habla del totemismo, retomando la significación de “tótem” como un concepto ambivalente, viene a ser objeto vivo o inanimado que es temido y deseado, que alude a la “precaución” y a la vez a un “espíritu protector”, así que independiente de su naturaleza simple como ser un animal, una planta, una piedra, etc., determinado, se le atribuye otras propiedades. Aunque al final de cuenta no deja de ser un objeto determinado al que el hombre le atribuye esas propiedades, permitiéndole incidir en su vida humana, volviendo al hombre un animal proclive a la ficción, a la fantasía y al mito.
El concepto de la 4ª T. tiene algo de totémico, porque más allá de lo que pueda significar, que por cierto, cuando se alude a ello, propios, extraños y rencorosos trastabilla verbalmente, balbucean e incluso, aluden a generalidades falaces, a lugares comunes, a deseos, etc., en suma, se alude a todo menos a una definición transmisible y “científicamente” comprobable, además que se le ha atribuido dogmáticamente otras connotaciones que tienen que ver |más con resabios edípicos y mantos protectores, resultado de una sociedad mexicana vapuleada, expuesta a la injusticia, al daño moral y a la miseria, y fundamentalmente, al engaño y a la orfandad; por lo que creo que la 4ª T. viene a ser un concepto en proceso de construcción.
Cuando volteamos al pasado, podemos diferenciar las tres rupturas históricas que ha vivido la sociedad mexicana, y podemos señalar el antes y el después de la Independencia, que significó comenzar a construir la soberanía y autonomía como una nación independiente de la corona española, bien podemos diferenciar y entender que la emancipación proclamada por el cura Hidalgo hizo que los criollos, indígenas, en suma, el mestizaje, decidiera la identificación con el espacio común que habitaban, con sus peculiaridades, costumbres, y mitos; una nueva naturaleza humana que definían a los hombres y mujeres de esta latitud del mundo, diferente a la apropiación que había hecho de los pueblos de América, principalmente, los españoles. El vocablo “mexicano” apareció como el concepto que unía la sangre y la carne de los cuerpos del nuevo mundo azteca y su fusión con la cultura española.
Posteriormente, vivimos otra ruptura histórica, la Reforma, que bien podríamos definirla como la construcción de un estado laico y la terminación de la dictadura de Santana, esto último, significaba un retroceso al que el pueblo mexicano se opuso; esa etapa juarista bien podíamos diferenciar el antes y el después, o cuando menos podríamos conceptualizarla.
En 1910, posterior a la caída de la endeble democracia juarista por el porfirismo, una vez más el pueblo mexicano vivió la tercera ruptura histórica, la Revolución, que aparte de significar la caída de la dictadura del Oaxaqueño Porfirio Díaz, significó la adopción de los conceptos de la ilustración y comenzó con Francisco I Madero a vivir México una incipiente democracia ilustrada, también esa etapa histórica de México podemos diferenciar el antes y el después, y definir de forma acertada lo que significó la Revolución Mexicana, por cierto, en esa misma época, del otro lado del mundo, en Rusia, los campesinos tomaron las armas para derrotar a la familia Romanov que llevaba 300 años en el poder, aquí con menos tiempo, al porfirismo. Nuestra Revolución optó por las ideas liberales ilustradas democráticas, y la otra, se perfiló hacia “la dictadura del proletariado”, la traducción que dio Lenin al materialismo histórico.
Después del triunfo de la Revolución mexicana, se instala una incipiente democracia con Francisco I Madero, que al poco tiempo fue disuelta con la traición de Victoriano Huerta y México cayó en una revuelta de clanes regionales que se disputaban el poder, caótico momento que se muestra con la icónica foto de Francisco Villa y Emiliano Zapata sentados en Palacio Nacional, viene a ser el general Plutarco Elías Calles, quien pone orden o mejor dicho, organiza los apetitos de los señores de la guerra regionales, y sienta las bases de la dictadura democrática entre comillas perfecta, de un único partido político PNR, PRM o PRI, y más tarde, comparte el poder con el partido conservador de derecha el PAN, desvelando pertenecer a una misma clase política, a partir de ahí, México durante más de 80 años vivió una simulación democrática o lo el escritor peruano Vargas Llosa denominó “la dictadura perfecta”.
Antes de 2018, bien podríamos explicar la Independencia, la Reforma y la Revolución, e incluso, podríamos presagiar la muerte anunciada de la “dictadura perfecta” a causa de la degeneración de los últimos 6 regímenes conservadores prianista, que sobrevino en el año 2018, a partir de ahí, el presidente Obrador que encabezó la primera ruptura histórica pacífica en México, con una abrumadora votación a favor impidió el intento de cambiar los resultados, como sí pudieron hacerlo 12 años antes, con la imposición del usurpador Felipe Calderón, o la millonada que gastó la élite económica para conservar el poder con Peña Nieto; en el 2018 ni todo el dinero de esa élite ni el contubernio del poder mediático con el poder político impidió la llegada al poder público de Andrés Manuel López Obrador.
Andrés Manuel López Obrador consciente de la demanda de justicia social de los millones de excluidos que provocó la ola de privatizaciones que sólo beneficiaron a la minoritaria élite económica y política, y la gangrena de la cultura de la corrupción de la élite política que provocó la degeneración de la vida pública y la clausura de la certeza de futuro de la sociedad mexicana, optó por hacer un régimen político social que atendiera principalmente a los pobres, marginados y excluidos, dejando a un lado a esa minoritaria élite económica que siempre salía indemne de las rupturas históricas que había vivido México, bien podría decir que se pone un alto histórico a los literalmente dueños de México, que pertenecen a su vez a la minoritaria élite mundial que controla el mundo.
El presidente Obrador tuvo que hacer malabares, entre responder a la economía y al mercado global para no convertir a México en un paria, y por otro lado, en intentar revertir la concentración de las riquezas que ha estado en una pequeña élite política, económica, social y mediática, el resultado de su estrategia fue que desde el primer minuto de su presidencia hasta ahora, esa pequeña élite ha encabezado una “guerra sucia mediática” contra su gobierno, por un lado, para intentar recuperar lo que el insigne priista Fidel Herrera Beltrán llamó, “el pinche poder”, y por otro lado, para responder a las políticas y estrategias del imperio dominante estadounidense e inglés.
Como nunca un gobierno federal como el obradorista, ha sido milimétricamente y trivialmente fiscalizado.
Como nunca un presidente ha sido insultado, vilipendiado, e incluso, ridiculizado, paradójicamente en un país donde la oposición ha acusado de mordaz al gobierno de la república.
Como nunca un gobierno de la república no ha tenido el apoyo de la oposición en temas que implica corresponsabilidad, como es la violencia, la pobreza y la marginación, otrora vimos como el panismo se fundió con el priismo para rescatar a los bancos con dinero público con el famoso FOBAPROA.
Como nunca un gobierno ha tenido que liarse no tan sólo con una lucha interna de un oposición rapaz, sino con una inesperada pandemia y una guerra en el corazón de Europa que trajeron desestabilización energética, económica y financiera, y pese a todo haber salido adelante, aprovechando esas coyunturas como fortalezas, claro, con una buena administración de los recursos, transparencia, y austeridad, sin ello, hubiera sido imposible salir de ese atolladero más que vendiendo el alma a los usureros internacionales del FMI y principalmente a los Estados Unidos de Norteamérica, otro regímenes prianistas en esas condiciones ya hubiera endeudado a México para mantener la pose y el gusto, los privilegios y el derroche.
La intachable conducta del presidente Obrador, viajando en aviones comerciales a demostrado que es poco ético, como bien lo dice, “tener gobierno rico con un pueblo pobre”, y que no se puede justificar el derroche del avión presidencial o los viajes suntuosos de Peña Nieto para visitar a la monarquía inglesa para tomar la copa con clase y esmoquin en la cena que le ofreció la extinta Reina Isabel a “los distinguidos visitantes extranjeros”, tan sólo para recordar la época victoriana.
El presidente Obrador se ha echado al hombro la 4ª Transformación pacífica de México, y hay que decirlo, las condiciones de crisis pública en que recibió al país requerían más de 6 años para solventar los graves problemas que generaron esos malos gobiernos conservadores mal llamados “neoliberales”, porque sus negocios que emprendieron con el mito de la modernidad fueron sendos fracasos y bancarrotas, negocios que sólo beneficiaron como siempre a esa pequeña élite política y económica, pues el pueblo mexicano se quedó esperando los anunciados beneficios, aún podemos escuchar al apátrida y mediocre Ricardo Anaya discurrir sobre las bondades de la reforma energética durante el periodo del presidente del canal de las estrellas Enrique Peña Nieto, y perjurar de los beneficios inmediatos que tendría las familias mexicanas como la disminución del costo de la electricidad, y así podríamos hablar de las grandes mentiras de los negocios que emprendieron con la ola de privatizaciones los gobiernos prianistas.
Muy pocos han entendido que las rupturas históricas que ha vivido la nación mexicana no tienen dueños ni se pueden apropiar ni personalizar, pues siempre son el resultado de la fuerza del pueblo que asume el cambio y las consecuencias de ese cambio, por eso aun cuando el presidente Obrador acuñó el concepto 4ª T., ésta debía entenderse como el espacio común de corresponsabilidad para construir un nuevo sistema político y social que se diferenciara del fracaso de justicia social de la Revolución Mexicana, y que de ésta forma esa 4ª T. reivindicara los postulados que dieron origen a la Revolución Mexicana, y permitiera la reorientar de “la desviación histórica” a la que alude Porfirio Muñoz Ledo, que implica construir una democracia verdadera que haga justicia social y cierra la brecha entre la inmensa mayoría pobre y la elite minoritaria que aún detenta más del 50% del Producto Interno Bruto de México, que son tan sólo unas 50 familias mexicanas que representan a esa minoría inmensamente rica.
El presidente Obrador no tan sólo heredó un país con una colosal desigualdad social, un México partido en dos, un México sumido en una profunda crisis pública en todos los indicadores sociales y económicos, e incluso, morales, un país sin certeza de futuro que ofrecer a sus nuevas generaciones. Además, presenció el ¡fuera máscaras! de la oposición, quienes se fundieron en “uno sólo”, convocados descaradamente por el poder económico, quien primero ensayó con movimientos disque de la sociedad civil como el FRENA para desgastar al gobierno del presidente Obrador, aún recordamos cómo en plena pandemia los vimos salir en sus autos de lujo “a protestar por protestar”, y también los vimos diluirse en la intrascendencia, como hasta ahora lo siguen haciendo el prianismo, el poder mediático e intelectuales, organizados por su verdadero patrón, el poder económico, santiguados por, como bien dice Joaquín Sabina en una de sus letras , ”el dinero, el único dios verdadero”.
El presidente Obrador no le dio tiempo de construir una nueva clase política que sustituye a la pervertida clase política que todavía anda por ahí dentro y fuera del obradorismo haciendo daño a México. Y tampoco pudo convocar a la reconciliación nacional para escribir y consolidar la 4ª Transformación Pacífica de México, y no fue porque no lo hubiera convocado ni querido sino porque simplemente se sigue hablando dos lenguas diferentes, la lengua de los pobres que habla el gobierno del presidente Obrador y la lengua de los privilegiados y beneficiados que habla el conservadurismos, por eso no hay proyecto de nación alternativo por parte del conservadurismo prianista, no hay otra visión del poder fáctico, esa pequeña élite económica, más que volver a la cultura de la simulación democrática.
A la falta de una nueva clase política, vimos como en el obradorismo se infiltró, lamentablemente, como columna vertebral los arrepentidos de dientes para afuera, los chapulines, los líderes “charros”, dando como resultado que el partido MORENA cada día más se parezca a un nuevo PRI por sus mismas estrategias para conservar el poder, por su disciplina (presidencialista) al Tlatoani en turno, y su inercia de repetir el discurso del presidente Obrador como un mantra que les protege de sus instintos y apetitos por el poder.
Pese a eso, el obradorismo sigue fuerte, porque aún está el presidente Obrador, su congruencia democrática y moral es la garantía de la confianza que todavía tiene México, su buen gobierno con buenos resultados hablan por sí solo, y se mantiene la esperanza de un México mejor. Pero cada día el presidente está más sólo, y lo digo, porque la encarnizada lucha por el poder por heredar el obradorismo está haciendo a un lado construir el proyecto de país que salga del diagnóstico monotemático de la corrupción, que si bien no podemos negar que la corrupción ha sido el gran mal que pervirtió las almas de la vieja y nueva clase política, que hizo que el relevo generacional se frustrara haciendo que “el relevo del relevo” del grupo salinista fuera más podrido y corrupto que sus antecesores, lo muestra la irrefutable foto de Peña Nieto con sus gobernadores, quienes en su mayoría terminaron sus gobiernos estatales con problemas de corrupción, y muchos de ese “relevo del relevo”, como los duartes, terminaron el “fresco bote” (cárcel).
Es innegable que México se encuentra entre la espada y la pared, pues un periodo post AMLO presagia no buenos augurios, pues vemos como el conservadurismo sigue sin entender que la 4ª T. es el lugar común de todos los mexicanos, y que un regreso pragmático al pasado es imposible sin un proyecto alternativo de nación, y no tienen ni al hombre ni a la mujer, ni el proyecto de país; y el obradorismo, aun teniendo como trasfondo el buen gobierno progresista del presidente Obrador, no se da cuenta que la labor de AMLO ha sido restituir la funcionalidad perdida del estado mexicano y sus instituciones, y ha intentado sentar las bases para una nueva cultura política, y que esto no significa que la 4ª T. de México esté definida su modelo político, su posición económica ante el nuevo orden mundial, su psicología que construya una cultura de la transparencia y legalidad, y principalmente, su posición para garantizar la transición democrática tan anhelada históricamente por los mexicanos.
A la 4ª T. le faltan los contenidos, y esto significa construir la nueva narrativa que sustituya a la vieja narrativa política y psicológica del pasado conservador, y que esta narrativa no tiene nada que ver con las alternativa de las viejas ideologías comunistas-socialistas versus capitalismo-neoliberalismo, pues el mundo mismo está ante ese nuevo reto de construir esas nuevas narrativas incluyentes, más allá de la visión occidental ilustrada y los modelos estatistas semi democráticos, contenidos que también demandan sus definiciones contextuales-locales, eso significa definir el nuevo papel del poder mediático en la construcción de nuestra democracia, cómo lograr el auténtico relevo generacional que excluya a esa clase política enferma de poder que aún opera al interior del obradorismo y fuera de ella, cómo regenerar el sistema de partidos políticos, cómo conciliar los intereses cerrados de esa élite económica con los interese nacionales, y fundamentalmente, cómo sustituir el sistema presidencialista por un sistema político participativo horizontal, pues mientras no se voltee la pirámide del poder vertical difícilmente podemos hablar de una 4ª Transformación de México.
La alternativa de México no se encuentra a la derecha ni a la izquierda sino en el centro.
Enero de 2023