Prosa aprisa
Arturo Reyes Isidoro
En una declaración fuera de lo común, el delegado de Bienestar en Veracruz, Manuel Huerta, hizo ayer, como morenista, una autocrítica con la que confirmó que, tal vez con su excepción, o la de algunos cuantos, Morena es más de lo mismo.
Con su opinión, arrasó parejo, lo mismo con el gobernador Cuitláhuac García Jiménez que con el mismísimo secretario de Gobernación Adán Augusto López Hernández.
A propósito de la visita de este último al estado, dijo que le dan “mucha risa” las “prácticas del pasado en el presente”, refiriéndose a la clásica “cargada” priista (llamada también “bufalada”), a “cerrar filas” (o uno para todos, todos para uno), a las encuestas diarias, al “acarreo”, al “aplausómetro”, prácticas que calificó de “politiquería” y que, afirmó, “ya no funcionan”.
Esas prácticas, opinó, a él le dan mucha risa; a nosotros también (al menos en mi caso), porque nos confirman la hipocresía del movimiento político que encabeza Andrés Manuel López Obrador, una de cuyas consignas es “nosotros no somos iguales”.
Cobra relevancia lo que declaró porque se trata de un morenista probado, un auténtico –al menos eso he escuchado decir de él– “compañero de lucha”, un político con sangre guinda, de tal forma que el señalamiento no provino de la prensa crítica a la que el presidente descalifica un día sí y otro también.
Le llamó la atención –prosiguió– el mimetismo morenista de que “todos” hayan llegado al acto con camisa blanca, solo porque ese tono vestía el aspirante presidencial tabasqueño. Volvió a insistir: “Eso ya no existe, ya no sirve”.
Difiero de él en cuanto dice que nada eso funciona ya, que no existe y que no sirve. Tan funciona, existe y sirve que sus correligionarios lo practican cada que pueden, o todos los días. La visita de Adán Augusto sirvió para confirmarlo y el propio gobierno de Cuitláhuac García Jiménez participó de ello.
Vigente, el priista que todos llevamos dentro
Lo dicho por el delegado de Programas para el Desarrollo en el estado confirma la vigencia que tiene aquella frase famosa que acuñó el inolvidable panista Carlos Castillo Peraza: “El priista que todos llevamos dentro” y que incluso dio pie al título de un libro de María Scherer Ibarra y Nacho Lozano.
Si el funcionario federal cree, pretende, que sus correligionarios van a cambiar sus prácticas políticas, yo no lo veo, al menos no en lo inmediato, porque, como declaró en su momento el antropólogo, sociólogo y académico Roger Bartra, a propósito de la aparición del libro mencionado, se trata de “un fenómeno de cultura política” (Proceso, 21.10.16).
Pero, además, porque el morenismo está permeado, por donde se le busque, por priistas de viejo cuño, empezando por el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, quien –ahí está el más claro y reciente ejemplo– de cara a su relevo “destapó” originalmente, el 5 de julio de 2021, a seis integrantes de su gobierno (ahora conocidos como “corcholatas”), exactamente como lo hizo en 1976 Luis Echeverría Álvarez (LEA).
En ese año, a través del secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Rovirosa Wade (padrino político de AMLO), LEA filtró los nombres de Mario Moya Palencia, José López Portillo, Carlos Gálvez Betancourt, Augusto Gómez Villanueva, Hugo Cervantes del Río y Porfirio Muñoz Ledo. Ahí se agregó un nombre, el de Luis Enrique Bracamontes, entonces secretario de Obras Públicas, porque su hermano Federico, quien era director del Diario de México ¡lo coló por su cuenta!
¿Qué el pasado 12 de enero todos llegaron de blanco porque ese tono llevaba Adán Augusto? Pues en 1958, cuando Adolfo López Mateos llegó a la presidencia, de pronto todo México empezó a fumar cigarros “Delicados” porque, fumador empedernido, aquel López fumaba esa marca. Y qué decir cuando Echeverría llegó al poder e impuso la moda de la guayabera blanca porque él la usaba, o las playeras o suéteres cuello de tortuga que puso de moda López Portillo porque de ese tipo eran las que él se ponía.
Como comúnmente se dice, creo que Manuel no debe escupir para arriba, porque, por esas circunstancias de la política, si el dedito de AMLO decide que él sea el candidato (o Dios “lo castiga” con la candidatura), va a vivir la cargada, la bufalada, el acarreo, el aplausómetro, el cierre de filas en torno a su persona, y lo va a disfrutar, claro que sí, ya lo habremos de ver, si se da.
¿Por qué la autocrítica ahora de Manuel Huerta? Porque no ha vivido las mieles del poder a plenitud. En más de cuatro años hemos venido viendo cómo cambió Cuitláhuac García, de aquel chairo que aspiraba y ya luego candidato a un catrín totalmente palacio ya en la plenitud del poder. Igual que los priistas, que de jodidos militantes, ya en cargos se convertían en millonarios, como el actual gobernador.
El mismo AMLO no es nada de lo que aparentaba como candidato y disfruta del acarreo a su favor que se concentra en la plancha del Zócalo, de las encuestas que lo encumbran, del aplausómetro, la cargada y el cierre de filas en donde se presenta; practica ahora todo lo que criticó y hasta militariza el Metro.
Pero hay que dejar que corra el tiempo. No creo que en la siguiente visita, ahora de Marcelo Ebrard, e incluso en la de Ricardo Monreal, no aflore y se manifieste el priismo morenista.
Y el gobernador salió de nuevo a pedir a sus colaboradores que no usen recursos públicos en favor de alguno de los aspirantes. Por favor, señor gobernador. ¡Ah! Y que habrá “piso parejo” para todos. Por favor. De nuevo, no mencionó ni incluyó a Ricardo Monreal. Se nota que no puede sacarse la espina que le dejó clavada el caso José Manuel del Río Virgen.
Les sale el priismo y además se pasan
Tan están en plan totalmente priista que hasta se pasan.
Ayer el PAN denunció ante el INE al secretario de Gobernación, a los gobernadores de Morena y a los dirigentes de ese partido por el uso indebido de recursos públicos.
Ello debido a que el sábado, según se hizo público, utilizaron las instalaciones de la Segob para una reunión partidista en la que tiraron línea a los gobernadores para que apoyen a los aspirantes presidenciales de Morena.
Tienen toda razón los panistas. Esa reunión debió haberse celebrado en la sede de Morena o, en todo caso, debió haberse mantenido en secreto. En eso, los priistas sabían guardar las formas.
Esas prácticas no corresponden al gobierno de un partido que proclama que son diferentes. Esas prácticas caben en la autocrítica de Manuel. Son “prácticas del pasado en el presente”.