Uncategorized

Cultura del delito ¿o costumbrismo social?

Por Alfredo Bielma Villanueva

CAMALEÓN

A las generaciones más añosas lastima la dramática realidad en la que desarrollan sus actividades los jóvenes de ahora, más aún cuando se comparan las condiciones en las cuales la juventud del ayer departía sus jubilosos festejos en relativa calma y seguridad con la incertidumbre de ahora, el contraste entre ambas realidades es enorme, de proporciones dramáticas. Tal pesadumbre es explicable porque esa juventud está compuesta por hijos y nietos de quienes por alguna razón somos corresponsables en la generación de la actual realidad, pues nos en vez de velar para entregarles mejores condiciones de vida, no lo hicimos, porque “viviendo la vida” delegamos la responsabilidad en la clase política, que en México ha hecho y desecho a su antojo en detrimento de los mexicanos. Obviamente, tal condición es a cargo de todos como sociedad, ni duda cabe. Incluso en los tiempos que corren, sea por estar inmersos en la preocupación por la subsistencia familiar, o bien por conservar el patrimonio, acaso aun no hayamos dimensionado las gravísimas circunstancias y los acontecimientos en nuestro país, principalmente en materia de seguridad pública, pues con definidos matices en cada una de las entidades federativas la violencia ha venido ganando terreno correlativamente al avance de la delincuencia en todo el territorio nacional. Constitucionalmente, la Seguridad Pública es una función de Estado, es decir, debe estar a cargo del Estado Mexicano, y corresponde a los tres niveles de gobierno (municipal, estadual y federal) enfrentar a la delincuencia, lamentablemente los dos primeros, es hecho histórico, irresponsablemente delegaron esa responsabilidad en el gobierno federal, porque, además, lucen completamente rebasados por la delincuencia. Fiel testimonio de esa realidad, lo constituyen los violentos acontecimientos con los cuales iniciamos el año en México: 87 homicidios el 1º de enero; 93 más el día 2, o sea, 180 asesinatos en dos días. De esa lúgubre estadística 15 defunciones corresponden a Veracruz, ¿cuántos son muchos o pocos? ¿Cómo medir y calificar una patología social de perfil tan dominante e iterativa frecuencia? Lo peor, si hay algo peor, será convertir en costumbrismo social al delito. Bueno, si hay algo peor, radicaría en constatar la impotencia del Estado Mexicano para revertir esa situación, porque en tal circunstancia, entonces ¿quién podría salvarnos? No es vocación trágica, tampoco pesimismo patológico, menos aún apología del desastre; es patético porque no encontramos la respuesta.