Las marchas son su expresión: si son voluntarias
Riesgoso promover contramarcha oficial contra
marcha ciudadana
Hace muchos años, tratando de conceptualizar la democracia, después de un análisis de sus diversos elementos escribí: una definición de este régimen político, debe de tomar en cuenta los varios componentes que lo conforman. Su elaboración, por lo tanto, no es tarea fácil, ya que deben ser tomados en consideración, para que sea útil y poder explicar, lo mismo, la democracia de tipo occidental, que la de tipo socialista. Así podríamos ensayar una definición en los siguientes términos: la democracia es una forma de vida de una sociedad, surgida de un supuesto racional de convivencia, dentro de un orden jurídico, caracterizado por la igualdad, libertad y solidaridad, producto del consentimiento y participación voluntaria del pueblo, entre gobernantes y gobernados.
Resalta en esta definición el elemento del consentimiento y la participación, que considero son esenciales para la conceptualización de la democracia, sin los cuales no podríamos entenderla, pues son elementos imprescindibles para su existencia, siempre y cuando sean producto de acuerdos y negociaciones para conducir la convivencia política y pacífica entre gobernantes y gobernados. Esto es importante no olvidarlo, porque una forma de vida democrática no debe ser impuesta por ninguna voluntad o designio, que no sea del propio pueblo, quien en uso de su libertad la propone y va construyendo.
Una vez acordado y consentido el estilo de vida democrático, el problema que se presenta es la determinación de las técnicas y formas de participación, que hagan posible una existencia ordenada y pacífica por parte de los miembros de una nación. Numerosos autores de diversos países, han hablado a lo largo de los siglos, acerca de cuales son las mejores técnicas para lograr armonizar estos elementos, pero lo importante es considerar como dice el autor italiano Umberto Cerroni, que “sólo la democracia integral puede permitir convertir la actual sociedad de masas en una sociedad de hombres libres, y la barbarie burocrática y conformista en una civilización comunitaria…concluyendo que es la única esperanza de convertir nuestro planeta en una comunidad humana”.
Es importante destacar, que el consentimiento y la participación, presupone, la actitud vigilante, libre, activa, dinámica y critica, por parte de la sociedad, que no debe permanecer indiferente a las formas de ejercer el poder político de los gobernantes, quienes suelen aprovecharse de la pasividad y conformismo de los gobernados para imponer gradualmente sus comportamientos autoritarios, que acaban con destruir y aniquilar la vida institucional y el estado de derecho de la nación.
De ahí, que los gobernantes tienen que esforzarse por interpretar cotidianamente el sentir y querer ser político de su pueblo, para lograr su apoyo y consentimiento a sus acciones políticas, económicas y administrativas, estableciendo relaciones de empatía para apoyarlo a cumplir sus objetivos de bienestar y progreso, tratando de comprenderlo en sus necesidades, sentimientos y emociones.
Gobernar exige un diálogo permanente entre gobernantes y gobernados, para poder establecer relaciones de ida y vuelta, en la que exista comprensión y cooperación para encontrar soluciones a los apremiantes problemas del pueblo. Ese diálogo debe darse en forma franca y abierta, sin mentiras ni ocultamientos de la realidad, sin dobleces de ninguna especie, tratando de no falsear los acontecimientos y situaciones que se les plantean, pues cuando el pueblo percibe que las autoridades no se producen con sinceridad y buena fe, acaban retirándole su confianza y alejándose de ellas.
Por esta razón, la modernidad política, exige que los líderes y dirigentes de una nación, estén bien preparados en el arte del buen gobierno, rodeados de colaboradores de probadas capacidades en las técnicas de la gobernanza, para que sepan conducir a sus gobernados de acuerdo a principios de justicia y equidad, sin conculcarles sus derechos humanos y siempre respetuosos de las leyes existentes. Por eso, no deben aislarse de la sociedad, evitando su cercanía y contacto con sus miembros, pues al amurallarse en sus lujosas oficinas palaciegas, terminan alejándose de ellos, rodeados tan sólo de serviles colaboradores que se muestran siempre sumisos para no provocar su enojo, marginación y distanciamiento.
Es importante resaltar que la participación se integra por una dualidad de elementos, uno que considera que ella es, por un lado comunicación y por la otra, acción, en la que se aprecia la necesidad de dos presupuestos: el de información propio de la primera, y el de decisión, que corresponde al segundo.
Estos elementos y presupuestos, inspiraron a las principales corrientes de la ciencia política norteamericana a tratar de explicar su contenido y rasgos fundamentales, normativizando la importancia del llamado derecho a la información.
Para autores como el francés Georges Burdeau, la comunicación ”es de la esencia misma del sistema político” y destaca que si el objeto primordial de la democracia consiste en la identificación de fines entre gobernantes y gobernados, esto es posible, sólo con un intercambio de información, capaz de adecuar las decisiones de unos a las acciones de otros, por lo que la comunicación debe ser vista como una condición de la eficacia de los gobiernos.
De acuerdo a lo anterior, es de considerarse, que cuando en un régimen de gobierno, no existe una adecuada comunicación e información entre quienes ejercen el poder político y los miembros de la sociedad, privilegiando el monólogo al diálogo, se produce un divorcio y alejamiento entre los que mandan y los que obedecen, lo que acaba haciendo imposible caminar juntos por una misma ruta, pues mientras unos quieren avanzar en una dirección, otros se oponen a ello, y acaban transitando por caminos diferentes y en ocasiones, hasta antagónicos.
En América Latina, hemos visto frecuentemente en muchos de sus países, esta falta de identidad de fines entre quienes llegan al poder por un medio democrático y los electores que los eligieron, confiando en sus pretendidos afanes democráticos, provocando un gran distanciamiento político, que se acaba manifestando en actitudes autocráticas en quienes ejercen el poder político, provocando los graves y terribles males que suelen producirse en las dictaduras, que acaban conduciendo al encierro, el entierro o el destierro de ciudadanos opositores.
Las sociedades políticas en la actualidad, entre ellas la nuestra, no pueden estar de acuerdo, con este tipo de relaciones entre gobernantes y gobernados, lo que hace evidente, a través diversos medios de comunicación masiva, como son la radio, la televisión, la prensa escrita, el cine y, principalmente las redes sociales, a las que tienen en gran estima y confianza, para manifestar su desacuerdo e inconformidad.
Esta fue la razón de ser, de la reciente marcha el pasado domingo 13 de los corrientes, en la que representantes de diversas asociaciones y grupos de jóvenes, mujeres, adultos mayores, comunicadores sociales, catedráticos universitarios, maestros y estudiantes de diversos niveles educativos, cansados de permanecer en sus zonas de confort, tomaron libre y voluntariamente, la decisión de salir a las calles en varias ciudades del país, en un número sorprendente, no contemplado anteriormente, para manifestar que forman parte de un pueblo valiente, talentoso e inteligente, dispuesto a la participación política para defender su derecho a una vida libre, independiente y democrática.
Esperamos que el Gobierno de la República, tenga la sensibilidad política suficiente, para evaluar adecuadamente las razones del importante proceder de un sector del pueblo de México, a fin de entender que ha llegado hora de la unidad nacional, superando viejos recuerdos y rencores del pasado, para que pensando en la Patria, se proceda a no continuar con una constante actitud divisionista, que en lugar de sumar divide y reste, en el propósito común de trabajar leal y sinceramente, sumando esfuerzos y voluntades, para trabajar juntos por el progreso y bienestar de la nación.
Oponer una contramarcha desde las altas esferas del poder político, forzando a los participantes a asistir, utilizando recursos públicos para el pago de miles de autobuses para su traslado de diversas entidades federativas, remunerando a quienes asistan, presionando a los empleados desde la jerarquía administrativa para obligarlos a concurrir, “convenciendo” a líderes sindicales para apoyar su participación en tal manifestación, a lo cual se agrega la manipulación hecha por medios de comunicación afines al oficialismo. Todas estas consideraciones, nos llevan a concluir que no constituyen un acto de participación democrática, al no existir libertad para la presencia de los ciudadanos, la facultad en ellos para racionalizar las causas que la inspiran, ni tampoco la ausencia de presiones para una espóntanea intervención para marchar.
Deseamos que las autoridades con poder de decisión, comprendan que es necesario deponer actitudes viscerales, que sólo contribuyen a robustecer la desunión existente, al pretender dañar a los considerados adversarios, pues debemos recordar que toda acción política acaba generando reacciones impredecibles, que no sabemos a donde conducirán.
No queremos que la delicada situación política nacional, que el pueblo mexicano está padeciendo, continúe por la senda de la confrontación de los unos contra los otros, agrupados en contramarchas oficiales para enfrentar marchas ciudadanas, pues tal proceder acabará conduciendo a una actitud beligerante, susceptible de derivar en una indeseable lucha civil.
Por eso y por el bien de todos los mexicanos, unámonos en un sólo grito: ¡POR ENCIMA DE DIFERENCIAS Y DISCORDIAS:
LO PRIMERO ES LA PATRIA!
MUCHAS GRACIAS POR SU ATENCIÓN.