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Y ahora ¿quién nos salvará?

Por Alfredo Bielma Villanueva

Un episodio de Los Simpson titulado “Durmiendo con el enemigo” proyectado en 2004, muy pronto se convirtió en tema de conversaciones, no por el contenido de la serie sino por el título tan sugerente; después ha sido común escucharlo entre contertulios con mucha frecuencia cuando se abordan temas relativos a la conducta o ineficiencia de la policía en México, porque para nadie es un secreto que nuestros cuerpos policiacos adolecen de la ausencia de capacitación y no concitan confianza en el seno de la sociedad. Sin duda hay valiosas excepciones, de las cuales nos enteramos porque son merecedoras de ser destacadas, quizás incluso porque no son muy comunes. A finales del siglo pasado se reformó el artículo 21 constitucional para elevar la Seguridad Pública al rango de una función de Estado, es decir, corresponde a los tres niveles de gobierno diseñar las políticas públicas y programas de gobierno suficientes para garantizar paz y tranquilidad a la población mexicana. La Ley Orgánica de ese artículo se encargó de normar el funcionamiento de las instituciones de seguridad y crear la infraestructura inmobiliaria: Academias de Policía Estatales y Regionales para capacitar a las corporaciones policiacas en todos sus niveles, un Consejo Nacional de Seguridad Pública con sus similares en las entidades federativas para coordinar los trabajos relativos a ese esfuerzo. A la vez, se implementaron programas de Prevención del Delito para coadyuvar con aquel propósito. Se fijaron fechas para que los gobernadores informaran acerca del avance del programa de capacitación y confianza de sus respectivas corporaciones policiacas, y se destinaron miles de millones de pesos para su cumplimiento. Conclusión, después de poco más de 22 años, todo ese afán ha resultado en un descomunal fracaso, porque ni se han capacitado a las policías, ni su actuación inspira confianza; la contundente prueba radica en el acelerado incremento de los índices delincuenciales y, peor aún, la infiltración de la delincuencia ha permeado a esas corporaciones. Las pruebas de eso saturan los expedientes, muy ricos en constancia, durante el desgobierno duartista fueron múltiples los casos de desaparición forzada atribuida a policías. No estuvo exento de ese fenómeno el gobierno deYunes Linares, tampoco el de Cuitláhuac García. Ahora mismo, es noticia destacable la detención de mandos policiacos: en Xalapa se capturó al subdirector operativo de la policía estatal, y en Boca del Río se aprehendió al Delegado de Policía en aquella región, dos mandos de alto nivel presuntamente implicados en hechos delincuenciales. No son los únicos, lamentablemente, casos semejantes ya han sido descubiertos a la opinión pública, otros transitan amparados en la impunidad. Ante ese atroz escenario, nada evita evocar el referido título episódico: “¡Durmiendo con el enemigo”, pero también queda como anillo al dedo la exclamación del inolvidable Chespirito “Oh!  y ahora ¿quién podrá salvarnos? Como dicen los clásicos, “es pregunta”.