Columnistas

Urge participar y evaluar a los gobiernos

Por Rafael Arias Hernández.

Mutatis mutandis

Mientras siguen las crisis, la realidad se dificulta y complica. Siguen presentes y actuantes, la distracción y el entretenimiento, en sus innumerables formas y expresiones, alentadas por desinterés y conformismo, apatía y dejadez, ciudadana y social.

¿Cuál transparencia, acceso a la información y rendición de cuentas? ¿Y los resultados de la evaluación y la fiscalización? ¿Qué de la ausente Contraloría social? Mucho pendiente y más por hacer.

Día a día se prueba y comprueba que en verdad hacemos como que hacemos; poco o nada se realiza y trasciende, en cuestiones de seguimiento y control, de evaluación y mejoramiento gubernamental. Así, todo se complica. De una y muchas formas, tarde o temprano hay que pagar consecuencias; y reconocer, que se encarecen y dificultan soluciones. En efecto, tenemos los gobiernos que merecemos.

Larga y conocida Historia en la que, una y otra vez, encontramos que somos expertos en lo accesorio y desatendemos lo principal; repetitivos en lo superficial, dejamos pasar lo significativo. Simple y sencillo. Desatendemos lo importante. Soslayamos lo determinante.

¿Cómo vamos? ¿Identificamos el buen trabajo, y lo distinguimos del malo y peor? ¿Qué hacemos con los ineptos y los corruptos en los gobiernos? Prioritario, identificar buen trabajo, logros y avances.

Cualquier crítica y autocrítica puede partir de lo notorio y conocido. Buenos para el espectáculo. Profesionales en lo innecesario, o en lo secundario. Así somos, en muchas cosas. Tal vez, en demasiadas.

Pero los tiempos cambian. Las condiciones son otras y las voces de protesta se repiten y crecen. Lo importante, lo trascendente exige atención y respuestas.

¿Subimos o bajamos? ¿Mejor o peor? ¿Avanzamos o retrocedemos? ¿Bueno o malo?

No basta el bombardeo oficial exagerado, que repite en todos los medios y de todas las formas, las victorias pequeñas, las mejoras pírricas y muy caras, mezclando los logros mínimos e intrascendentes con los contados avances importantes. Acusando al pasado y dedicando valiosos tiempo y recursos, en exhibirlo y escandalizarlo; mientras mal atiende el presente, que día a día se complica y dificulta, reduciendo oportunidades y multiplicando problemas.

Así, se sigue posponiendo o escondiendo, soslayando o minimizando, lo que hay que atender y resolver. Ahí están, como siempre, mares de demandas de la población pendientes y océanos de necesidades sociales no atendidas. Imposible ignorar inconformidades y protestas, así como los crecientes reclamos, con sus evidentes manifestaciones de malestar, inestabilidad y hasta de violencia.

De muchas formas la realidad nos señala y exige pensar en lo que se hace, y hacer lo que se piensa. Si no hacemos nada al respecto, es porque simple y sencillamente no pensamos en ello, no nos interesa o no le damos la debida importancia.

Es hora de pasar del dicho al hecho. Presionados por la rapidez de los acontecimientos, de muchas formas nos vemos obligados a seguir   la inercia y las consecuencias. Además, es notorio que se induce a no detenerse a pensar, analizar, reflexionar y evaluar lo que se quiere, se debe y se puede hacer. Imprescindible exigir a todos, transparencia, acceso a la información, así como puntual y clara rendición de cuentas.

Si algo distingue y caracteriza a la forma de vida contemporánea es el de la velocidad. Toda marcha rápido. Las distancias se reducen en tiempo y el que llega primero tiene algunas ventajas. Tal parece que los acontecimientos dominan y hasta determinan las decisiones. Total, no pensar es más cómodo.

Así, para la estupefacta, limitada y sacrificada población, hay que hacer algo, pronto y bien. Imprescindible hechos y buenos resultados. Para las mayorías silenciosas que sólo saben que no salen de sus problemas, y que más bien estos se agravan, la urgencia e importancia es aún mayor.

No caben desinterés y conformismo, tampoco dejar hacer y dejar pasar; mucho menos, soportar el lenguaje gubernamental triunfalista, que todo lo exalta y lo percibe maravilloso, único e inmejorable.

En la actualidad, demasiados mexicanos no creen, ni esperan nada de nadie. Sobreviven y se resignan a su suerte.  Aunque muchos buscan la beca o el subsidio, la inclusión en los programas social aún a costa del acarreo y el clientelismo.

En general, tienen bien identificados, tanto el espectáculo de los gobernantes, y otros de sus protagonistas; a los políticos, comunicadores y los académicos que son cómplices o contratados. A todos hay que vigilar y saber de sus alcances y limitaciones, de sus aportaciones y evasiones, de sus contribuciones y obstáculos. También de sus simulaciones y realidades, de sus errores y aciertos. Si se valora lo ocurrido.  No cabe duda. Se comprueba que se tiene bien ganada la mala fama y el desprestigio.

La nueva realidad, la actualidad reclama, teoría y práctica actualizadas y renovadas. Una y otra imprescindibles, por lo aleccionadoras   y constructivas: preciso y obligado dar seguimiento y evaluar lo que hacen gobernantes y funcionarios públicos en general. Imprescindible valorar lo que hacen y no hacen, simplemente porque son, por principio y en esencia, servidores públicos obligados, todo el tiempo y en todo lugar, a servir y no servirse.

Quienes gobiernan sin participación y evaluación ciudadana y social, y sin otros necesarios instrumentos de la democracia moderna, pertenecen a otro sistema; al basado en la simulación, el engaño, el voluntarismo y el secretismo gubernamental. En breves palabras, pertenecen a la ineficiencia y a la delincuencia gubernamental.

 -Academico.IIESESUV @RafaelAriasH,Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasH