Dice una vieja conseja popular que la labor de un servidor público debe reconocerse al concluir su periodo en el cargo, a partir de entonces es pertinente la evaluación de sus hechos y proceder al halago o, en su caso, al reproche público; sin demérito del postulado acerca de que todo ciudadano en cargo público tiene la obligación intrínseca de hacerlo bien, si está capacitado para ello, o de no estar en aptitud para un buen desempeño, renunciar a la oportunidad, porque en el servicio público la ineptitud es equivalente a corrupción. Tal sucede en el caso de la señora Isabel Romero a cuya encomienda está el Poder Judicial de Veracruz, debido acaso a un reclutamiento de personal (debe suponerse) poco exigente, porque de otra manera lo inconcebible no se hubiera producido al colocarla en un puesto donde se requiere trayectoria y experiencia jurídica. Como haya sido, la magistrada Romero ha permanecido en ese encargo por casi dos años, pero ya cumplió la edad límite que la norma permite y debe pasar a retiro. En breve adelanto a ese status burocrático la magistrada Romero adelanta alguno de sus “legados”: uno de ellos despertaría ternura si no se tratara de quien al menos formalmente encabeza el Poder Judicial veracruzano, pues refiere como uno de sus logros más destacados el ahorro en el gasto. Obviamente, la señora ignora que cuando se dispone de un presupuesto público lo conveniente es gastarlo con eficiencia y eficacia para cumplir en esa medida con las funciones del órgano público en cuestión, porque un presupuesto de egresos sugiere un programa de acción cuyo cumplimiento debe ser muy puntual. Y suena penoso, por decir lo menos, cuando habla de “la austeridad” como tro de sus “legados”. Hace algunos meses, distinguidos profesionales del derecho aludieron a ciertos rasgos de torpeza en la conducta de la presidenta del Poder Judicial, al grado de solicitar exámenes médicos para aclararlo, pero todo quedó allí como suele suceder. En respuesta, que en aquellos meses fue el silencio, ahora manda bendiciones a quienes según ella “hablan mal” de su desempeño. Es manifiesto que la señora Isabel Romero confunde los términos, porque en realidad los resultados en materia de administración de justicia durante su estancia en el cargo que ahora ocupa son pírricos, en tal medida que en su informe de labores no tendrá dificultades de tiempo para cuantificarlos. Lamentable, pero así pasa cuando sucede, y ojalá en el relevo el Poder Judicial encuentre mejora en sus perspectivas porque Veracruz y sus circunstancias no están para más de lo mismo.
El Poder Judicial y su perspectiva inmediata
Por Alfredo Bielma Villanueva