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Regresiones

Por: José Antonio Medina Aguilar

PIENSO, LUEGO ESCRIBO

Por Akiles Boy*

En una de esas regresiones que nos trae la memoria, recordé unos pasajes de mi  infancia, girando alrededor de dos pasiones, el juego, especialmente el futbol, y la escuela, a la que sentía como desafío y compromiso. En esa época el futbol ya figuraba como el deporte más popular y su práctica en los campos improvisados de los barrios y colonias era de lo más común. Me gustaba patear el balón, igual que ser espectador en los partidos de la liga local del pueblo.

Había varias canchas reglamentarias para jugar al futbol. Los domingos, con  hermanos y amigos, como gitanos nos movíamos hacia el que presentara la mejor cartelera, es decir, los encuentros de los mejores equipos, aquellos con   el mayor número de seguidores o fans. En un partido de esos vi jugar por primera vez a mi Tío Toño o “La Rana”, su apodo. De estatura regular, pero lucía  como un extraordinario defensa central, brillaba por su gran resorte buscando cabecear la pelota en el aire, y sus formidables “palomitas”, lanzándose para hacer un despeje fuera del área que custodiaba. Sin duda, un histórico del balompié en los sesentas, en ese rincón de la Huasteca de Veracruz.

Había cercanía familiar con mi Tía Carmen, hermana de mi madre, continuamente los visitábamos, hasta en las vacaciones cuando habíamos emigrado del nido, no obstante con el Tío Toño, también trabajador del ingenio azucarero, la factoría que llegó al pueblo para quedarse, no muchas veces convivimos, aunque conservo dos apreciaciones notables en él, su gran pasión por el futbol y el  carácter empático que se acentuaba cuando andaba medio alegre.

En ese tono, emergía su faceta de cantante, le emocionaban, era admirador y también imitaba a dos grandes del bolero de esa temporada, el puertorriqueño Daniel Santos (1916-1992)  y el barítono y actor mexicano Javier Solís (1931-1966), el cual se hizo popular en América Latina como el “Rey del Bolero Ranchero” por su calidad interpretativa, y que a pesar de su prematura muerte, antes de los 35 años, dejó un gran legado de canciones con su incomparable voz y estilo romántico.

Entre los temas más famosos de su discografía, sobresalen: “Sombras Nada más” (1965), su canción más icónica, un tango de José María Contursi  “El  Loco” (1961), de la autoría de Víctor Rafael Cordero; “Payaso” (1965), compuesta  por Fernando Z. Maldonado; y “Llorarás, llorarás” (1958) de Rafael Ramírez Villarreal, cuyo lanzamiento un año después, lo catapultó a la fama internacional.

Sus referencias biográficas, revelan pormenores de las causas de su fallecimiento a temprana edad, su esforzada carrera como cantante y su incursión en el cine. Un dato interesante al que aluden en su historia de vida, es que reconoció su inspiración en Pedro Infante y pretendió copiarlo, pero alguien lo hizo reaccionar y buscar un estilo propio, que fin de cuentas sería  determinante en su exitosa trayectoria. Curiosamente eso dicen ocurrió a Vicente Fernández (1940-2021), “El “Charro de Huentitlán“, que el principio quiso imitar a Javier Solís y después corrigió para dar un sello personal a sus canciones. Nos quedamos con la idea de que cada uno tuvo su “tiempo de gloria”. Hasta la próxima.

2 de agosto de 2022

*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.