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La soberbia humana

Por: Héctor Saldierna

Abriendo Brecha

Es una obra literaria muy conocida y que alcanzó el estrellato cuando Orson Wells interpretó un drama radiofónico en la ciudad de Nueva York por los años 40. Es la obra de  H. G. Wells y que siendo de ciencia ficción La Guerra de los Mundos, fue dada a conocer a principios del siglo XX.

Es una narrativa sobre una supuesta invasión de marcianos a la Tierra y que en sólo unos cuantos días estaban destruyendo, no sólo a las personas, sino también grandes extensiones de bosques por el tipo de armamento que llevaban.

Desde luego, la obra ha sido llevada a la pantalla grande  y cuando el cineasta Orson Wells llevó la versión a la radio en Nueva York provocó que muchas personas, que no estuvieron pendientes de la transmisión inicial, pensaron que efectivamente había una invasión real de marcianos.

Ello provocó accidentes, pánico y la gente tomó sus automóviles para huir de la supuesta invasión que solamente era una transmisión del texto del libro de H.G. Wells.

Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención de La Guerra de los Mundos es su epílogo que dice a la letra:

“A pesar de ser una obra de ciencia ficción, la Guerra de los Mundos nos deja una enseñanza  que no tiene nada que ver con los extraterrestres, ni con la posibilidad de un ataque marciano. Esta novela, más allá de las aventuras y explicaciones científicas , nos habla de la soberbia humana, es decir, de la vanidad humana  que nos hace creer que somos superiores a todos los seres vivos, y que somos dueños del medio ambiente y de los recursos naturales.

Nada menos cierto. La vida humana es frágil, la naturaleza puede superarnos en cualquier momento  y no somos dueños de nada, en realidad somos invasores de nuestro propio mundo. Lo mismo que los marcianos pretendía hacer a los hombres en la historia  que acabamos de leer, es lo que los hombres han hecho  a las demás criaturas de la Tierra : hemos invadido su mundo y acabado con sus formas de vida”.

Sin duda, estas palabras son lacerantes y, en efecto, habla de la impresionante falta de humanidad de quienes habitamos este planeta.

Ahora, observando las grandes necesidades hídricas principalmente en el Estado de Nuevo León, debe ser motivo de una gran reflexión y que deberíamos de cambiar la actitud.

En la medida que el hombre siga destruyendo el hábitat y depredando a la naturaleza, estaremos más cerca de nuestra propia extinción. El agua, que es un elemento fundamental de vida, es necesario preservarlo.

Algo debe hacerse, pero por lo visto no hay acciones evidentes que muestren lo contrario. En las grandes ciudades observamos cómo se han ido afectando las áreas verdes. Con el afán de la ambición y el dinero, se destruyen grandes superficies que se orientan hacia usos habitacionales o de centros comerciales.

No es necesario citar lugares distantes. En la propia ciudad que vivimos observamos cotidianamente la soberbia humana que no tiene la mínima consideración hacia otros seres vivos.

Lo vemos, por ejemplo, en la Riviera veracruzana, donde automovilistas sin piedad ni recato y menos conciencia, atropellan y masacran a los cangrejos azules, cuando podría darse una solución a esta problemática.

Y es que ellos estaban ahí. Nosotros somos los invasores y ahora no tenemos la mínima cordura para su preservación.

De igual manera vemos ahora áreas verdes que las desmontan, derriban árboles y erigen, en cambio, edificios habitacionales, con lo que se multiplica el efecto de una menor calidad de vida, aunque suene paradójico. Estamos erosionando los suelos, sobreponiendo materiales de concreto y ante la indiferencia de parte de las autoridades municipales que no les importa conservar el renglón ambiental como factor prioritario.

Hace unos días la activista social Citlali Navarro entrevistó a un ingeniero en las cercanías del Volcán de Orizaba, zona en donde nace el río Jamapa que es el abastecedor de agua potable hacia los municipios de Veracruz y Boca del Río.

El comentario es que están destruyendo bosques de la zona y que es el principal surtidor del afluente. Decía que hace dos años todavía se destinaba una cierta cantidad de dinero a través de los recibos, antes SAS ahora MAS, pero que inexplicablemente se dejaron de otorgar recursos.

Es decir, con ese recurso se pagaba a personas para cuidar el bosque y conservar esa área. Ya no es así, y entonces, estamos ante un gran problema sí no hay acciones. Las autoridades permanecen ausentes y despreocupadas.

Es necesario cambiar la mentalidad y buscar soluciones a tiempo antes que se llegue a una etapa crítica de existencia.

¡Y hasta la próxima!.