La dinámica de los acontecimientos convierte en tarea difícil formular diagnósticos respecto a cuanto pudiera ocurrir llegados los tiempos de la elección presidencial de 2024 en cada uno de los partidos políticos de rango competitivo para esa elección federal. Ese es un horizonte incierto porque día a día las circunstancias impactan sobre las diferentes variables de la geografía económica, la geografía política y el su correlato con la inseguridad pública y la actividad política. En la económica, porque la desaforada inflación es tema de preocupación globalizada, por lo cual no todo depende ya de la voluntad del gobierno de México. En la inseguridad, porque la beligerancia de los grupos organizados de la delincuencia parece escapar al control gubernamental, situación preocupante porque su presencia en cada uno de los procesos electorales inmediatamente anteriores es ya de testimonio público. En la política, porque al igual que en MORENA, en el PAN y en el PRI existen latentes riesgos de convulsiones internas que pudieran dar al traste con sus proyectos electorales. En MORENA, por ejemplo, se requiere detener el brote de inconformidad del ala de “los duros”, manifestada ya contra su dirigencia nacional, pues se podría convertir en elemento disruptivo a su interior, nada conveniente porque se alimentaría con el “factor” Monreal y, además, con las evidentes fricciones entre los grupos afines a quienes han sido “destapados” como precandidatos. Pero el drama más angustioso se desarrolla en el PRI, donde su dirigente nacional enfrenta serios cuestionamientos provenientes de su nomenclatura, justo en momentos en los que lo recomendable sería mantener la unidad y trabajar en sinergia. Así, “Alito” ve cómo se desgasta su imagen entre los partidos de la Alianza y difícilmente podrá resultar ileso de la confrontación contra quienes consideran necesaria su salida de la dirigencia nacional. En esos términos, el país se ha convertido en un inmenso tablero de ajedrez en el cual tan importante es el peón como la Torre, el Alfil y los caballos, en un juego protagonizado entre las circunstancias y quien hoy por hoy maneja el tablero.
La sucesión como tablero de ajedrez
Por Alfredo Bielma Villanueva