Comentarios del Lic. Héctor Yunes Landa, durante la Presentación del libro “La delgada línea”, de Julio Méndez Vallejo
13 de junio / 13 hrs. / H. Congreso del Estado de Veracruz
Aunque nunca es fácil en un panel con tanta trayectoria y talento, intentaré ser tan breve como elocuente.
Hoy podemos contar con muchas y afortunadas coincidencias. En Yamiri Rodríguez, Alberto Calderón, Arturo Benjamín Pérez y Omar Piña tenemos a un grupo de profesionales de la comunicación y las letras.
Son periodistas, académicos y escritores sin dogmas.
Son personajes que han marcado la riquísima vida intelectual de nuestro estado y que han llevado las letras y el periodismo veracruzano a otras fronteras.
No es fácil hacer periodismo y literatura en Veracruz.
No es fácil lidiar con una sociedad poco interesada en la lectura y en una entidad donde el gobierno del estado ve en cada periodista a un adversario.
Por ello, darle vida a un medio de comunicación o a una obra como la que hoy presentamos, se ha convertido en una tarea de titanes.
Señoras y señores:
Es un privilegio coincidir con Yamiri, Alberto, Arturo y Omar en este momento tan importante para un amigo en común, nuestro muy querido Julio Méndez Vallejo.
Agradezco a Julio la invitación a la presentación de su ópera prima de lo que él mismo ha llamado literatura testimonial, y que resulta una crónica amena, directa, sin falsas pretensiones.
También te agradezco no sólo que me hayas convertido en personaje de algunos de los pasajes que forman parte de esta obra, Sino que, además, hayas tenido la fuerza, la perseverancia y el talento de ir más allá de la imagen de tu lente.
De hacer de lo cotidiano algo que merezca contarse.
Los fotógrafos suelen mirar cosas que nos pasan desapercibas al resto de los mortales, por ello, que la imagen se convierta en relatos que revelan sus contextos, sus razones o la ausencia de ellas, son atributos que pocos logran reunir.
Tal vez ese uno de los mayores méritos de Julio y su Delgada Línea.
Estas crónicas, armadas como un novedoso rompecabezas, salpicadas de experiencias y memorias personales, cuentan muchos episodios de la historia reciente de Veracruz que nos ayudan a entender el contexto de lo que hoy vivimos.
Estas crónicas, exentas de juicios de valor o falsos dogmatismos, nos relatan, desde el vórtice de los acontecimientos políticos, sucesos que forman parte de la historia no contada de sus protagonistas.
No es la versión de héroes y villanos, sino el relato de aquéllos días.
Por alusiones personales –una frase muy utilizada aquí junto, en el pleno de este Congreso del Estado, el que ha sido y seguirá siendo mi casa como veracruzano-, debo referirme a tres episodios:
- Es más difícil elegir un gobernador;
- Veracruz ya no es bastión priista; y,
- El tufo de la corrupción.
Daré mi opinión, sin entrar en los detalles de cada crónica. Esto último será la tarea y el gozo de los lectores.
Primero. En efecto, elegir a un gobernador no es tarea fácil. No lo es para los partidos políticos y tampoco para los electores. Tan es así, que Veracruz tuvo, en sólo tres años, de 2016 a 2018, tres gobernadores y vivió, en ese mismo lapso, dos alternancias políticas, algo que no había sucedido en toda su historia.
Durante el gobierno de Fidel Herrera expresé mi legítima aspiración, la cual conservo intacta, de ser Gobernador de Veracruz.
El haber renunciado a la coordinación del Grupo Parlamentario de mi partido y a la presidencia de la JUCOPO, además de mi solicitud de licencia al cargo de diputado local, no fue un acto de rebeldía.
Fue una expresión de dignidad política y de rechazo a la imposición de quien hoy es la figura más emblemática de la corrupción de nuestro estado.
Ser opositor desde la oposición es fácil. Ser crítico y opositor desde el gobierno sigue siendo hasta hoy un pecado imperdonable a los ojos de los autócratas.
Doce años y tres gobernadores después, puedo suscribir la misma frase que trasciende en este libro: “Nosotros seguiremos recorriendo el Estado. Lo único que les puedo decir y adelantar es que, pase lo que pase, nosotros ya ganamos”.
Las circunstancias ya no son las mismas, pero la convicción sigue también intacta.
Segundo. Veracruz ya no es bastión priista. Eso es cierto. Sin embargo, en esta metamorfosis, en México se observa un fenómeno propio del sistema político mexicano: ha perdido el PRI pero han ganado muchos priistas.
En muchos estados, como sucedió también en Veracruz, fueron los priistas los que llegaron al poder abanderados por otro partido; candidatos de Morena han ganado elecciones con el apoyo de gobernadores priistas. Lamentablemente, esta es la nueva manera en la que el PRI sigue ganando elecciones.
Al PRI lo derrotó el PRI, lo que parece ser el destino manifiesto de la Cuarta Transformación: a Morena lo vencerá Morena.
Tercero y último, El tufo de la corrupción. Por décadas, tanto en el ámbito federal como en el estado, el gobernante entrante tenía que echar mano de un discurso de honestidad y transparencia.
Ello implicaba el sacrificio de algún notable personaje del gobierno anterior.
A pesar de su discurso anticorrupción, los gobiernos morenistas no han podido llevar a nadie ante la justicia, acaso a los adversarios personales del mandatario en turno. La corrupción, como el huevo de la serpiente, terminará por devorarlos.
Y me refiero a aquélla anécdota de la caña de pescar que se recupera en este libro.
Tal vez lo mejor hubiera sido utilizarla en ese mismo momento para atrapar al pez que, en materia de corrupción, ha sido el más gordo que ha tenido nuestro estado. Paradójicamente, con motivo de mi cumpleaños, era quien me estaba obsequiando la herramienta para atraparlo.
Sin embargo, a pesar de mi carácter, nunca me ha movido ni el odio ni la venganza.
Nunca tuve la intención, como promovían muchas corrientes dentro del gobierno duartista, de perseguir a nadie. Mi único propósito era, y sigue siendo, privilegiar la justicia.
No se trataba de un asunto familiar o de una pugna entre futuros candidatos a Gobernador. Tampoco de otorgar impunidad a quienes entonces detentaban el poder.
La historia ha dictado sentencia a algunos de estos personajes, la justicia aún no.
Y en el recuento de los daños, la realidad de Veracruz nos confirma que los beneficiarios del caos, sólo ha sido un grupúsculo de improvisados, mientras que la tragedia popular ha alcanzado a millones de veracruzanos.
Pero este no es el fin de nuestra historia. Los veracruzanos escribiremos muchos otros capítulos que serán contados con el rigor histórico que merece la grandeza de Veracruz y no desde el simplismo ideológico del pueblo bueno y sus adversarios.
Felicito muy sinceramente al maestro Alberto Calderón, director de la Editorial Independiente “Manantial de Arenas” y editor de “La Delgada Línea”, por creer en el talento de los jóvenes veracruzanos. Por asumir el riesgo y ofrecernos la visión de un Veracruz diferente.
Sólo para concluir, querido Julio, puedo decirte que me siento muy orgulloso de saber escoger muy bien a mis colaboradores, pero sobre todo a mis amigos. Y tú eres uno de los mejores ejemplos.
Agradezco y valoro cada momento que hemos compartido en lo profesional; que hayas sido parte de los éxitos y los fracasos; que hayas tenido la alegría de los primeros y la entereza ante los segundos. Y que esta experiencia haya servido para inspirar una obra de esta calidad.
No tengo la menor duda que doña Mary, tu mamá, debe estar muy orgullosa de ver en lo que te has convertido.
¡Muchas felicidades!