Don Plutarco Elías Calles fue visionario cuando en marzo de 1929 decidió la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) con el propósito de transformar a México para transitarlo de un país de caudillos a uno donde se privilegiará el mandato de las instituciones. Previamente, en 1928 tras la muerte de Obregón, había dado un paso adelante al elegir a don Emilio Portes Gil y no a un general como presidente interino para convocar a elecciones y se eligiera a quien concluiría el frustrado periodo del nonato gobierno de Álvaro Obregón. El elegido fue el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, de 1930 a 1932, cuando renunció al cargo dejando oportunidad para Abelardo Rodríguez, quien concluyó el periodo 1928-1934. Ambos hicieron carrera militar previo a su ascenso, aunque actuaron bajo el férreo mando del Maximato callista. En 1934, otro general ascendió a la presidencia, Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) de convicciones genuinamente ajustadas a la línea del Movimiento revolucionario de 1910. En su tiempo, salvo uno que otro brote de militares alcistas, estaba sólido el grupo de militares en torno al poder político, reflejado incluso en la creación de un Sector Militar en la estructura del Partido de la Revolución Mexicana creado por Cárdenas en 1938 para sustituir al PNR. En 1940, ya con Calles anulado, don Lázaro decidió su sucesión a favor de otro militar, el general Manuel Ávila Camacho (1940-1946), quien desapareció del PRM el sector militar para desligar a tan importante institución de asuntos ajenos a su esencia institucional y evitar se contaminara con las tentaciones emanadas del poder político. Dio color, porque en 1946 inauguró la etapa civilista de la nación al decidir que su sucesor en la presidencia fuera el licenciado Miguel Alemán Valdés para el periodo 1946-1952). A partir de ese momento histórico, ya bajo la batuta político electoral del PRI (creado en 1946 en sustitución del PRM), todos los presidentes de México han sido civiles, contando siempre con el respaldo acentuadamente institucional de las fuerzas armadas de la nación. Por muchas décadas se mantuvo a las fuerzas armadas al margen de la acción política, aunque ciertamente espacios de representación en el Poder Legislativo, otorgando contratos y canonjías e incluso concediéndoles la creación de un partido político, como fue el caso del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana en tiempos de Ruiz Cortines (1952-1958). Sin embargo, obligado por las circunstancias, y debido a fuerzas policiales poco confiables y de escasa capacidad de respuesta para enfrentar al creciente índice delictivo, poco a poco fue destinando a las fuerzas armadas misiones contra la delincuencia. En tiempos de Zedillo (1994-2000), ante el preocupante diagnóstico, se reformó el artículo 21 de la constitución general para conferir a la Seguridad Pública la calidad de función de Estado, es decir, correspondía a los tres órdenes de gobierno coordinarse para detener la ola delictiva a través de un eficaz reclutamiento, capacitación y equipamiento de las fuerzas policiales; para concretarlo se crearon el Consejo Nacional de Seguridad Pública y sus similares estatales, Academias de Policías Estatales y Regionales para acreditar el buen funcionamiento de los policías en el país, pero todo resultó un sonado fracaso, y por tal motivo el presidente Calderón (2006-2012) optó por sacar de sus cuarteles al ejército, en un proceso del cual se abstuvieron muchos mandatarios estatales dando al traste con el propósito final. No obstante, permeaba la preocupación de demeritar una gloriosa institución como el ejército al exponer a sus elementos al riesgo de sucumbir a las tentaciones originadas por el contacto con el corrosivo poder del crimen organizado. En los inicios de su gobierno Peña Nieto (2012-2018) intentó-sin éxito- dar marcha atrás a ese proceso, y el candidato de MORENA a la presidencia postuló en 2018, que en caso de obtener el triunfo, como punto fundamental de su gobierno retiraría de las calles a los mandos y elementos militares y navales, promesa ampliamente incumplida porque ahora no solo patrullan las calles sino que intervienen en gran parte de la administración pública federal y ejercen funciones muy ajenas a las razones de su existencia. Todavía más, pareciera que estamos dando un giro espectacularmente histórico al advertir la vuelta a la abierta participación de militares en actividades de proselitismo político, tal cual lo demuestra el uso de aviones al servicio de la Guardia Nacional para transportar a militancia partidista, aunado a la abierta presencia del Director de la Guardia Nacional en un mitin político con sabor a Morena. Esa es una involución política e institucional preocupante para quienes hacen oposición al gobierno, aunque seguramente bien vista por la militancia cuatroteista, episodio cuyo final es de pronósticos desconocidos. Este ha sido un breve recorrido y a vuelo de ave a través de casi un siglo de nuestra trayectoria como país, lamentablemente el espacio no permite argumentar a favor del gran protagonismo del PRI durante ese gran periodo del siglo XX mexicano, ni de su invaluable aporte institucional a nuestra evolución política, de su incesante mutación y capacidad de adaptación a las circunstancias, porque en su seno se incubaron los actores políticos de que hablará la Historia de México en el periodo referido, incluidos la de quienes emigraron de sus filas para formar otras siglas partidistas, que bien sirve para narrar otra historia colmada de interesantes acontecimientos.
Signos de nuestros tiempos
Por Alfredo Bielma Villanueva