Al final del sexenio, el presidente López Obrador y su 4T nos dejarán como herencia un aeropuerto internacional sin vuelos ni pasajeros; un tren maya en una selva sin árboles; y una refinería de Dos Bocas en un mundo que ya no usará gasolina. Es la trilogía perversa que marcará a un gobierno corrupto y ecocida.
Luego de inaugurar la ampliación de un aeropuerto ya existente como el Felipe Ángeles, ahora el gobierno se ha enfocado en otro proyecto igualmente inviable y oneroso, pero ahora, con un gravísimo impacto al medio ambiente.
En el Día Mundial del Agua, un grupo de reconocidos artistas mexicanos lanzaron un nueva y muy preocupante advertencia sobre el irreversible daño ecológico que sufrirá la selva peninsular con la construcción del Tren Maya.
Con la campaña #SélvamedelTren, los artistas explican que la nueva ruta del proyecto de AMLO destruirá el sistema de ríos subterráneos más grande del mundo y además la flora y fauna de la región desaparecerá. Acusaron que “ya se han talado cientos, miles de árboles y podrían ser millones más. Le estamos quitando su casa a miles de especies nativas”, que “el Tren Maya está destruyendo la selva como nuestro patrimonio natural”.
Sin embargo, el presidente respondió con el cólera habitual y dijo que se trata de una campaña que busca frenar el proyecto del Tren Maya para afectar la imagen de su gobierno. “Convencen o contratan a artistas, a pseudo ambientalistas, supuestamente preocupados por la defensa del medio ambiente, lo que hace una campaña en contra del Tren Maya”, dijo sin rubor alguno, en contra de quienes alguna vez le ofrecieron su apoyo.
¿Por qué el presidente y su gobierno no responde simplemente a lo que se les cuestiona? Porque todo es cierto. En enero pasado, el gobierno federal informó que la ruta que va de Cancún a Tulum ya no será elevada sino a ras de tierra para garantizar que la construcción concluya en el año 2023.
Es decir, están en juego pérdida de más de 8 millones 736 mil árboles, palmas y arbustos en 120 kilómetros de selva sólo para complacer la prisa presidencial. Sin embargo, esto tampoco se cumplirá. El avance físico del Tren Maya no alcanza el 30 por ciento en ninguno de sus tres tramos en construcción, según el reporte de obra que el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) entrega a la Secretaría de la Función Pública.
Desde su nacimiento, el proyecto del Tren Maya ha estado marcado por la corrupción, la improvisación y el daño al medio ambiente. Desde junio del año pasado, Fonatur reconoció que ha intervenido para evitar que los cuatro tramos del Tren Maya adjudicados hasta la fecha sean sometidos a una Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), requisito para cualquier obra de infraestructura desde hace 32 años.
Pero Fonatur miente cuando dice que para los primeros tres tramos consiguió de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) una exención para realizar la MIA, bajo el argumento de que se trata de un “mantenimiento para rehabilitación y mejoramiento” de la vía de tren actual.
El tramo 5 -motivo de la protesta de artistas y ambientalistas- es un tramo completamente nuevo que tampoco tiene ningún estudio de impacto ambiental. De hecho, el tramo en construcción se encuentra sobre el sistema de cuevas y ríos subterráneos, que supone una amenaza para la disponibilidad de agua de la zona, ya que el paso de un tren implicaría la contaminación de cenotes.
En el último informe de la cuenta pública de la ASF (Auditoría Superior de la Federación), se señala que la obra del Tren Maya no tiene identificados cuáles serán los impactos ambientales que generará la construcción de más de 600 kilómetros de vías y tampoco ha indicado cuánto invertirá para restablecer las zonas afectadas.
Es decir, hay miles de millones de pesos para la tala, pero no hay presupuesto destinado a la restauración y reforestación de la selva maya.
En una alucinante y desproporcionada respuesta a los fundados cuestionamientos al proyecto, la SEMARNAT cuestionó el viernes pasado «¿Dónde estaban los pseudo ambientalistas?», acusando a los artistas -algunos de ellos antiguos partidarios del presidente- de difundir “información errónea” en redes sociales. Sin embargo, no respondió a una sola de las interrogantes de la comunidad artística.
En reciprocidad, valdría preguntar dónde están ahora aquellos críticos de izquierda y ambientalistas del pasado, identificados con el morenismo, que tanto defendieron la riqueza natural del sureste mexicano y se opusieron a los proyectos de desarrollo de anteriores administraciones.
Nosotros sí lo sabemos: aplaudiendo a rabiar a un presidente que ha había prometido, literalmente, que no se talaría un sólo árbol.
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