Uncategorized

Volver al orígen

Por José Antonio Medina Aguilar

PIENSO, LUEGO ESCRIBO

Por Akiles Boy

Trastornadas nuestras rutinas desde hace dos años por un virus que se dispersó por el mundo, creando confusión, miedo, y al mismo tiempo, provocando dolor y muerte. Pasado ese tiempo y sus peores efectos, de pronto no atinamos a marcar una posición frente a los nuevos escenarios, los más cercanos, en los que interactuamos, los que frecuentamos por necesidad laboral, económica, afectiva, emocional. Todavía aturdidos y confundidos por el temor y la incertidumbre, a los que abonan con singular eficacia la infodemia y desinformación sin restricciones, que transitan por los medios de comunicación y las redes sociales, en esta sombría temporada de conflictos bélicos y polarización.

La competencia irracional, las ambiciones, los aires supremacistas, la intolerancia, están socavando la paz y el bienestar del planeta. Como si se tratara de otras plagas mortales que antes pudieron ser contenidas o erradicadas, pero por alguna circunstancia resurgen o reaparecen con más vigor, más peligrosas y letales. Está documentado que la apuntada intolerancia, hacia la diversidad étnica, religiosa, cultural y sexual tiene oscuros pasajes en la historia.

Una referencia, el caso de la pianista, compositora, cantante y activista afroamericana Nina Simone (1933-2003) que reconociendo el fracaso en su lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos, decidió dejar ese País,  tras el asesinato de Martin Luther King (1969), notable pacifista y uno de los principales líderes del movimiento contra la segregación racial.

El racismo y discriminación, siempre cuestionados y combatidos, nunca erradicados, aún permanecen entre nosotros como otros padecimientos humanos. En esta tercera década del nuevo siglo, sus expresiones y prácticas aberrantes, todavía se ven y sufren en muchos sitios del mundo, incluyendo México, auspiciadas por una cultura excluyente y clasista, que se ha perpetuado en nuestra sociedad.

Como cualquier fenómeno social que se presenta en etapas y en lugares impredecibles, ahora se ven señales del resurgimiento de la lucha de los pueblos y culturas originarias por sus derechos, por la defensa del legado de sus ancestros,  por ser más visibles y en condiciones de igualdad, ante los demás grupos tradicionalmente empoderados.

Con esa frustración, de estar en desacuerdo con el trato indigno hacia los de su raza, carga Nina Simone al llegar primero a Barbados y después a Liberia, Nación que erigen los norteamericanos en África en 1822,  como una colonia para los antiguos esclavos africanos, sin embargo después se traslada a Francia, donde muere en 2003. Lo que sorprende de esta virtuosa del piano, nativa de Carolina del Norte, es su enorme pasión, por no decir obstinación, por la música y la férrea defensa de su raza, quedando probado,  como en otros muchos casos, que el arte no es ajeno ni lejano a la situación social.

Pudiera ser este pasaje solo un referente, pero casualmente en estos tiempos han regresado con mayor vehemencia las expresiones de orgullo, de reconocimiento y reivindicación de los grupos étnicos creadores de asombrosas civilizaciones en Hispanoamérica, que ciertamente algunas terminaron en dramática decadencia, pero otras fueron víctimas de la conquista y del colonialismo depredador, que incitó el exterminio o brutal confinamiento. Se trata del rescate de la identidad, de la aceptación y respeto a la diversidad que es una realidad innegable, de la coexistencia pacífica, que impone el destierro del racismo y la no discriminación de los descendientes de las etnias propietarias originales de estas tierras. “A nadie le gusta el maltrato en su propia casa”. Hasta la próxima.   

Marzo 22 de 2022

*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.