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Así debería ser.

Por Luis Humberto Muñoz Vazquez

Panoramas de Reflexión

            La palabra “ley” puede definirse como una regla, norma o precepto constante e invariable de las cosas, nacida de la causa primera o de las cualidades y condiciones de las mismas. Proviene del latín “Lex”, palabra que se refería a la fórmula o regla de mezclar metales, especialmente a la cantidad de oro que debían tener las monedas romanas. El genitivo de “lex” es “legis”. Esta palabra se relaciona con la raíz indoeuropea “leg”, que significa escoger y elegir, y que encontramos en palabras como: colegio, colega e inteligencia. De ahí también las palabras, leal, legal, legítimo y legislación.

            Actualmente la usamos para referirnos tanto a las leyes naturales, −aquellas reglas que realmente se cumplen invariablemente−, como a las leyes del campo jurídico –que son normas establecidas por convención–. Sin embargo, aquí es importante resaltar una pequeña observación. Las leyes jurídicas, deberían aplicarse al igual que la naturaleza aplica las suyas. Por ejemplo, cuando yo permanezco sentado mucho tiempo, inevitablemente se me forman escaras que tardan mucho tiempo en sanar, son leyes naturales. Cuando alguien comete un delito y se le observa flagrante, invariablemente debería ser castigado. Pero que sucede muchas veces, la mayoría diría yo. Si ese alguien cuenta con influencias y sobre todo dinero, logra evadir la justicia. Las cárceles están pletóricas de gente sin recursos ni influencias. El sistema de corrupción mexicano es tan eficiente y bien articulado, −así debería ser el derecho−, que bien puede evitarse el efecto de la ley; pero desafortunadamente, esto no cae dentro del campo de las leyes naturales, si no, otra cosa sería. Hace algún tiempo puse a la distinguida consideración de ustedes un artículo donde me refería a la corrupción como una plaga aparentemente ya imparable. Sin embargo, sigo insistiendo, no todo está perdido. La gente honesta somos mayoría, pero desafortunadamente no lo notamos, y si lo hacemos, por ser tantos, no podemos articular un eficiente mecanismo capaz de hacer caminar derecho a las autoridades. En ocasiones hemos llegado a pensar que la justicia está coludida con la delincuencia. ¿Apoco no? Y el tata lo sabe, conoce nuestro verdadero sentir y también conoce nuestros alcances, por eso camina plácido, incólume e indiferente, aplacando sólo lo que requiere mayor atención. Mientras nosotros, tratando de esquivar los embates de la corrupción, la delincuencia y la inflación sostenida y gradual a la que tácticamente nos somete. Todo está inteligentemente planeado.

            Me gustaría que leyera “El otoño del patriarca”, una novela de Gabriel García Márquez que narra una fábula sobre la sociedad del poder desarrollada en un país ficticio, gobernado por un anciano dictador que recrea el prototipo de las dictaduras latinoamericanas, en la que intervienen varios personajes anónimos. Se le ha considerado como la obra que mejor refleja al mítico tirano contemporáneo. Verá que en ella encontrará muchas semejanzas y coincidencias de nuestro diario acontecer. Pero no se desespere, recuerde que nosotros tenemos la opción y elección de escoger y buscar, sin descansar, una vida mejor. ¡Hagámoslo ya! ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

Luis Humberto.

Integrante de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A. C. (REVECO).