PIENSO, LUEGO ESCRIBO
Por Akiles Boy*
Un mediodía invernal, sentado frente a una taza de café caliente, en una mesa que permite observar el mundo exterior, desde el pequeño pero tradicional y acogedor lugar llamado La Estación, en el maravilloso pueblo, mi refugio durante los últimos veintisiete años de mi vida. Veo la gente caminar con el rostro cubierto, algunos con prisa, otros con la calma que se vive en la provincia, sin embargo, todos con el interés de regresar a la cotidianidad, desaparecida por el virus que cambió el planeta.
A primera vista, el renovado Parque Hidalgo, bajo el acecho de los comerciantes ambulantes, que esperan en los alrededores la hora para invadir nuevamente ese histórico espacio público, propiedad del pueblo, no de ellos, ni de los gobiernos que negocian las concesiones para ocuparlo como tianguis. Ante el riesgo inminente de que eso ocurra, no hay explicación o justificación convincente. La magra recaudación que se obtiene o el miedo de perder votos o popularidad, porque los vendedores están organizados y son combativos, no se comparan con sus efectos negativos. Los mensajes de la ciudadanía para preservar el sitio, se reiteran día a día en los medios y en las redes sociales. Es seguro que prevalezca la insensatez.
Doy vuelta a la hoja y me pongo a recobrar lo mejor de los días en tierras Bajacalifornianas. Y a propósito de la buena fama de sus vinos, sucede que en tiempos recientes, hay una especie de boom o esplendor y no son pocos los que se dedican a esa actividad, yo diría compitiendo con la pesca y el turismo, se comprueba con un paseo por el Valle de Guadalupe, región vitivinícola localizada en el municipio de Ensenada y compuesto por las Delegaciones de Francisco Zarco, San Antonio de las Minas y El Porvenir. En ese valle se produce cerca del 90% de los vinos del País y operan por citar dos firmas destacadas, la Casa Pedro Domecq y L.A. Cetto.
No podía faltar una visita a La Bufadora, el “géiser marino” convertido en un atractivo natural más de la zona, ubicado en la Delegación del Maneadero, a 35 kilómetros del Puerto. Se hace un recorrido a corta distancia de las costas del Pacífico. No recuerdo si era la segunda o tercera, pero en esta ocasión observamos un cambio radical en su ambientación, la proliferación de puestos para el comercio, que le restan brillo a ese lugar emblemático y espectáculo único de la naturaleza. Pero déjenme abonar a este tema, ese es un padecimiento endémico de la actividad turística en este País, lo mismo ocurre en otros Estados como Veracruz, Guerrero o Chiapas, en donde el mercado informal ha invadido hasta zonas arqueológicas protegidas. No parece un desatino el comentario de un conductor de Taxi en el pueblo, al hablar del comercio informal, “Son un cáncer difícil de extirpar Señor”
Otra vez cambio de frecuencia, pienso en estos días demenciales de guerra sucia y campañas negras en los medios nacionales y en las redes sociales, los enemigos y opositores del Presidente y su partido, sin descanso y sin recato, sin la menor pizca de empatía con nadie, más que con el poder y el dinero, continúan en su triste e inútil papel de sicarios políticos, intentando descarrilar y enterrar el actual proyecto de transformación. En esta batalla campal, ninguno se salva, se percibe la ferocidad de los ataques, la ira desatada contra quien sea, el objetivo es linchar, sacrificar, exterminar. No importa si se miente o se condena a priori, la idea es aplicar la mayor dosis de crueldad contra el enemigo, contra quien estorbe en el camino para llegar a la cúspide y al éxito. Sobre esa bestialidad de los humanos en estos tiempos, el cineasta mexicano Guillermo del Toro, nos pone frente a ese espejo en su película recién estrenada “El Callejón de las Almas Perdidas”, que es un remake de la cinta “Nightmare Alley” de 1947. Recomendable. Hasta la próxima.
Enero 31 de 2022
*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.