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En un mes

Por Martín Quitano Martínez

Entre Columnas

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Twitter: @mquim1962

No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar.

Angela Davis.

A la pregunta de si es feminista, el presidente López Obrador responde: soy humanista. Así se autodefine frente a temas relacionados con las demandas de las mujeres o respecto de una situación a todas luces adversa en la que viven en muchos momentos de la vida cotidiana. Parece decir que con el humanismo, él ve mucho más allá, no solo una parte.

Entonces cabría preguntarse por qué, en la condición superior del humanismo practicante del presidente, se hace tan manifiesta su falta de empatía hacia demandas argumentadas y con datos duros, que reclaman su atención a los variados y dolorosos problemas de violencia en contra las mujeres que suceden en nuestro país.

Sin duda, el presidente es un hombre testarudo y conservador, indispuesto al entendimiento de los gritos femeninos que reclaman desde la plataforma de los “nuevos derechos”, a los que observa como una más de las estrategias de los neoliberales para dañarlo.

Hay múltiples debilidades en el ejercicio de este gobierno; de entre ellas, por el dolor que significa, por la potencia y por la fuerza de los reclamos frente a los sufrimientos, está el desdén gubernamental ante el amplio movimiento de las mujeres, que exigen ser escuchadas y atendidas, que le plantan cara no solo a los gobiernos, en su mayoría distantes y cómplices, sino a toda una estructura de “tradiciones”, de comportamientos machistas, patriarcales, que deben ser superados.

Los gobiernos tienen responsabilidades frente a los actos de impudicia y barbarie que todos los días miramos contra las mujeres, las niñas y las adolescentes. Sin embargo, pese a las reivindicaciones cada vez más presentes, la lejanía se observa y se palpa con demostraciones de omisión o de franca provocación, al menospreciar o pasar por alto la tragedia de la violencia de género, que no será erradicada con la publicación de una carta de intenciones.

Para botones de muestra, el cobijo a personajes denunciados como acosadores o violadores; para ellos la protección desde el poder nacional con argumentos varios que solo buscan encubrir su condición de agresores. Sumado a esto, se exhibe la falta de políticas públicas respaldadas con presupuestos y con acciones claras que realmente muestren voluntad y compromiso para enfrentar los problemas.

Es por los abandonos, que la respuesta de las mujeres se endurece y agiganta. Frente a la desigualdad y violencia por razones de género, un movimiento como el de las mujeres es reconocido en su vitalidad y trascendencia, capaz de poner en jaque los cimientos de este patriarcado que debe ser confrontado por todos.

En un mes, el 8 de marzo, vuelve a conmemorarse el Día Internacional de la Mujer. Volveremos a ver una jornada de lucha nacional por los derechos de las mujeres, que marcharán en plazas y avenidas por sus derechos y contra el olvido y las agresiones que padecen. 

Su enojada presencia, representa la suma de hartazgos frente a la inacción y la complicidad de poderes y gobiernos que parecen no enterarse del agravio, que insisten en desestimar el reclamo, actuando como lo que son, parte de la visión machista y patriarcal que debe erradicarse.

LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

De todos lados, la vida política estatal, atascada de adjetivos.