ESPACIO CIUDADANO
«¡Que nadie duerma, que resuene el aria …
Puccini aguarda, es justo ceder el sueño!…»
La interrogante siguiente ha sido, en el mundo de la música clásica, el pan nuestro de pasadas y contemporáneas épocas; es bastante probable que en este nuevo siglo y milenio se reitere la controversia y prosiga el análisis respectivo: ¿Quién ha sido el mejor tenor de la historia? Algunos conocedores y especialistas del bel canto expresan que más que preguntarnos cuál es el mejor intérprete que ha existido podríamos derivar la respuesta a la medalla de plata, porque concluyen -a mi manera de entender muy subjetivamente- que la distinción áurea le corresponde “al tenor de los tenores”, al napolitano Enrico Caruso, en su rol de pionero y de ejecutante singular que “dominaba los extremos del repertorio y añadía a sus facultades un timbre arrebatador y una personalidad que traspasaba el movimiento giratorio del gramófono…” Otros expertos operísticos no están de acuerdo con tal dictamen y resaltan la grandeza de Gigli, Pavarotti, Mario Lanza, Schipa, Pertile, Volpi, Corelli, Del Mónaco, Bergonzi y Di Stéfano. Como mero espectador y como admirador de esos titanes de la voz impostada en esta ocasión me referiré a dos de esas luminarias. Es pertinente señalar que desde hace 14 años, cuando falleció Luciano Pavarotti tuve la intención de comentar algo de su vida y de su labor profesional pero por razones diversas no pude llevar a cabo dicho propósito; ahora por fin cumplo con mi personal encomienda y también me atrevo a comparar a dicho divo italiano con su paisano e ilustre antecesor Enrico Caruso, toda vez que para muchos son los dos más grandes exponentes de las obras excelsas de los compositores como Puccini, Verdi, Morelli, Mascagni, Donizetti y Rossini.
En razón de antigüedad indico en primer término que Enrico Caruso (1873-1921) nació en la localidad de Nápoles Italia; poseía una potente y bella voz, además cierta dosis histriónica que le permitieron una aceptable proyección en su región y en su país de origen; se acrecentó su fama con la representación en el Teatro de Milán, en 1898, debutó en Londres en 1902 y en New York en 1903; recorrió los países de Europa y la mayoría de las naciones de América. Se consigna en su biografía que inicialmente estudió con maestros de canto de su región, que aprendió poco de teoría musical pero que su timbre incomparable, su vigorosa voz y su tersura le abrieron las puertas del canto clásico en los principales sitios. Al igual que Pavarotti, Enrico perteneció a una familia de modestos recursos económicos; entre los teatros y salas donde intervino, enlisto el Teatro Bellini, el Teatro Lírico, las Salas de San Petersburgo, Rusia; la Sala de Buenos Aires, Argentina, el Covent Garden de Londres, Inglaterra y el Metropolitan Opera House de New York. El célebre Caruso murió a la edad de 48 años; a lo largo de sus últimos 18 años se encumbró como la figura suprema de su época; contribuyeron a cimentar su popularidad el carácter jovial y expresivo. Una de las razones de su fama se atribuye a la difusión de su voz por medio del fonógrafo.
En lo que concierne al contemporáneo Luciano Pavarotti, puedo indicar que nació en Módena, Italia, el 12 de octubre de 1935 y murió en esa misma localidad el 6 de septiembre de 2007, a los casi 72 años; es considerado uno de los cantantes más famosos de todos los tiempos; se destaca como tenor lírico y fue reconocido por su filantropía, carácter alegre y su especial simpatía; hijo de un panadero y de una trabajadora manual, de una familia que vivió en una pequeña casa de dos cuartos. Sus influencias musicales provinieron de las grabaciones que tenía su padre Fernando, donde sobresalían melodías interpretadas por Caruso, Gigli, Martinelli, Schipa y Di Stefano. A los 9 años empezó a cantar en un coro de la iglesia local, le gustó el futbol-soccer, ejerció el magisterio y se inclinó posteriormente hacia su vocación musical. Su portentosa voz y su carisma inigualable lo catapultaron como uno de los intérpretes más relevantes de los tiempos actuales. Fue memorable su trabajo artístico en el papel de Rodolfo, en La Bohemia de Puccini y asimismo en el rol de Tonio, en la ópera denominada La hija del regimiento. Actuó al lado de varias luminarias del bel canto como Joan Sutherland, Renata Scotto, Leontyne Price. Las puertas de la Scala de Milán y otros célebres teatros le brindaron cálida bienvenida. Madame Butterfly, el Réquiem de Verdi y Otelo fueron obras donde también demostró sus extraordinarias dotes. Fue bastante reconocido el equipo que formó con los dos tenores españoles Plácido Domingo y José Carreras (Los tres tenores). Grabó duetos con cantantes de disímbolos géneros como Eros Ramazzoti, Sting, Andrea Boccelli, Liza Minelli, Elton John y otros como Michael Jackson, Barry White, Frank Sinatra, Tracy Chapman y Celine Dion.
Ante las interrogantes: ¿quién fue mejor, Caruso o Pavarotti?, ¿quién es el más grande?, sólo puedo decir que cada uno de ellos fue sublime en su respectiva época; que tanto Caruso como Pavarotti significaron los referentes de la expresión vocal estética y que además se identificaron plenamente con el público. En una grabación tuve la oportunidad de escuchar a los dos interpretando la misma melodía y puedo opinar que ambos me convencieron y que la voz de Caruso era más aguda y que la de Pavarotti más grave. Los críticos especializados no se meten en problemas y declaran al respecto que prevalece entre ellos un salomónico empate técnico.
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Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga.